sábado, diciembre 30, 2006

El verdadero idioma de ETA

















Lo estábamos esperando, y ha llegado. ETA ha vuelto a aparecer utilizando el idioma que mejor controla, el de las bombas. La explosión de esta mañana en la T4 del aeropuerto de Barajas significa el particular regalo de Navidad de ETA al Gobierno y a los ciudadanos que tenían la esperanza de que la banda terrorista abandonara sus actos violentos. El año acaba, y con él ETA ha terminado con la posibilidad de llegar a un final dialogado de la violencia y con las esperanzas de los ciudadanos. El proceso está roto.

ETA ha introducido las bombas en la negociación y la ha hecho saltar por los aires. Las intenciones de los terroristas con esta acción no tienen una lógica racional. Si quería presionar al Gobierno para que cediera a sus exigencias, la maniobra no le ha funcionado. Si quería castigar a los negociadores por su negativa a relajar la presión sobre el entorno de la banda, también está equivocada, porque esta acción va a suponer un refuerzo de la lucha antiterrorista. Los etarras sólo han conseguido una cosa: que los españoles se unan en el rechazo enérgico a una banda tramposa, mentirosa y traicionera.

La acción de hoy parece ser un acto de venganza contra el Gobierno por no haber accedido a las exigencias planteadas en las negociaciones mantenidas durante los últimos meses. El atentado de ETA en Barajas muestra que los temores de los sectores cercanos a la derecha política hacia una posible rendición del Estado a los terroristas eran infundados. El Gobierno no ha aceptado el chantaje de ETA, y la banda ha respondido rompiendo la tregua que proclamó hace nueve años.

El instrumento de los demócratas para lograr el fin del terrorismo etarra eran las palabras, pero hoy nos hemos dado cuenta de que ETA no entiende ese idioma. Su verdadera cara ha vuelto a salir a la luz. Del mismo modo, Arnaldo Otegi se ha quitado la máscara de pacificador y se ha dejado ver como lo que es, el portavoz de una banda de asesinos. Su reacción al atentado no ha podido ser más cínica. Para Otegi, la explosión en el aeropuerto no implica la ruptura del proceso de negociación. Achaca la responsabilidad del atentado al presidente Zapatero y pretende que este acto sea un incentivo para continuar avanzando en el diálogo. Una curiosa forma de defender la violencia.

En las primeras horas después del atentado cabía la posibilidad de que la explosión hubiera sido obra de una escisión incontrolada de la banda. Pero corren las horas y cada vez está más claro que la dirección de ETA, esa que estaba sentándose a la mesa con los negociadores del Gobierno, está detrás de la explosión. La banda no tardará en difundir un comunicado justificando su violencia. Seguramente utilizará los mismos argumentos que Otegi para culpar al Gobierno de la vuelta a las andadas de los terroristas y acusará al Estado español de reprimir la libertad de los vascos... En fin, más de lo mismo. Mentiras, trampas, patrañas, y bombas. El único idioma que entienden. Vuelta a la realidad.

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martes, octubre 31, 2006

Ahorrar agua a golpe de factura



La ministra de Medio Ambiente ha vuelto a lanzar uno de esos globos sonda a los que ya estamos tan acostumbrados: Narbona propone gravar el consumo de agua cuando exceda de 60 litros por persona y día. En principio, era una buena idea, incluso ingeniosa, pero como habrán podido comprobar en el Ministerio, la propuesta no ha tenido mucha aceptación en la opinión pública. Y tal como vino se ha ido.

Sancionar el consumo excesivo de agua puede ser un buen principio para evitar el despilfarro que tanto daño está haciendo en esta época de sequía, sobre todo en el Levante español. Si la gente no ahorra por su cuenta, si no hay una concienciación a pesar de que este problema afecta a todos, la Administración se ve obligada a poner remedios más drásticos.

Pero en Medio Ambiente han pecado de ilusos si pensaban que la gente iba a aplaudir la iniciativa. Si a la gente le molesta que le pidan un poco de conciencia ecológica, ¿cómo no iba a molestarles que les hicieran rascarse el bolsillo como compensación a esos litros de más que se gastan al lavarse los dientes con el agua corriendo, bañarse en lugar de ducharse o llenar la piscina varias veces en verano?

En cierto modo, la idea del Ministerio era inaceptable, no por el transfondo sino por la excesiva restricción. Gravar el elevado consumo de agua es perfecto para disuadir a aquellos que piensan que los embalses se llenan solos, pero poner el límite en sólo 60 euros es castigar a todos los ciudadanos, sin excepción. Y es que el consumo hídrico medio en España es de 171 litros diarios por persona, casi el triple de lo que pretendía la ministra que consumiéramos.

Si se pretende que esta propuesta se convierta en ley no se puede empezar como un elefante entrando en una cacharrería, porque se corre el riesgo de despertar el rechazo unánime de la sociedad. Por eso, ¿no habría sido más adecuado poner el límite en, por ejemplo, 100 euros en lugar de proponer que nos muramos de sed o dejemos de asearnos? ¿Por qué ser tan radical en un tema con el que, fácilmente, se podría concitar el acuerdo de una gran mayoría de personas?

Si se hubieran puesto unos límites que entraran dentro de la lógica no se habrían despertado tantas quejas, no se habría tachado de "loca" a la ministra y, lo que es más importante, la gente se habría dado cuenta de que el agua es un bien demasiado preciado como para dejarla correr por el sumidero. Así que, comencemos a ahorrar todos por nuestra cuenta antes de que venga el fisco y nos obligue por la fuerza a cumplir con nuestros deberes como ciudadanos.

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lunes, octubre 16, 2006

El 'chollo' de la destrucción

Que Bruselas lance una reprimenda a la Generalitat Valenciana por su legislación urbanística es algo que ya no sorprende. No es la primera vez que Europa protesta por el modelo de desarrollo que se está ejecutando en la Comunidad y, ciertamente, no les falta razón. Los desmanes que las constructoras, con el beneplácito de los políticos y el aplauso de los empresarios, están cometiendo sobre el territorio de la provincia de Alicante muestran que la ley no es suficiente para atajar una situación que cada vez preocupa a más ciudadanos concienciados con el futuro de su entorno.


El ultimátum de la Comisión Europea a la Generalitat era necesario para mantener vivo el debate sobre la mejor fórmula de desarrollo para nuestro territorio. Ya que los ciudadanos no somos escuchados, al menos se agradece que la Unión Europea intervenga en el asunto para poner este modelo urbanístico en el centro de la actualidad. Sin embargo, es una equivocación pensar que la Ley Urbanística Valenciana es el principio del problema. Este reglamento no es la causa de la ordenación salvaje, sino la consecuencia de algo más amplio, de un planteamiento que antepone el enriquecimiento a corto plazo frente a la conservación de los recursos disponibles para su posterior aprovechamiento.

La LUV nació como una mejora de la anterior Ley Reguladora de la Actividad Urbanística (LRAU), que dejaba las puertas abiertas para que los constructores se enriquecieran a costa de los terrenos que se recalificaban con excesiva facilidad. La ley que ahora está en cuestión subsanaba algunos de los errores que llevaban a una situación cercana al 'todo vale'. De este modo, la LUV recortaba el poder del los constructores e incluía exigencias y requisitos más restrictivos a su actividad. El problema es que, como ya es habitual por estos lares, los políticos se saben todos los trucos para pasarse la legalidad por donde más les place.

Por todos es sabido que la construcción es, a día de hoy, el sector económico que más beneficios reporta. El problema es el de siempre, que sólo enriquece a unos cuantos y arruina a otros muchos. Sí, la construcción ayuda a aumentar el empleo; sí, la construcción aumenta la oferta habitacional de un territorio que vive del turismo; sí, los campos de golf y las urbanizaciones anexas a ellos son un reclamo para los visitantes extranjeros que vienen cargados de divisas. Pero, ¿qué nos quedará cuando ya no haya ni un centímetro para construir?, ¿de dónde sacaremos el agua que necesitan todos esos bloques de edificios?, ¿y que pasará con nuestra agricultura cuando los cultivos se conviertan en piscinas y hoyos de golf?

Vivimos en una época en la que lo que cuenta es el dinero fácil y rápido. Quienes tienen en su mano la organización de nuestro territorio no se paran a pensar en el futuro, mientras tachan de alarmistas y demagogos a quienes alertan sobre lo que puede pasar mañana. De momento ya estamos sufriendo las consecuencias, pequeños signos que nos muestran que vamos por el mal camino: corrupción municipal, falta de recursos hídricos, desaparición de sectores tradicionales como el calzado o la agricultura, pérdida de parajes naturales,... El tiempo dirá.

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domingo, octubre 15, 2006

La explicación que os debía

Un mes después, aquí estoy de nuevo. A todos los que me habéis echado en falta os debo una explicación. Durante estos treinta días, los cambios que han aparecido en mi vida se han sucedido a un ritmo frenético: nueva ciudad, nuevo trabajo, nuevas rutinas y nuevas compañías. Pero, por fin, superado el periodo de adaptación, tengo un momento para sentarme tranquilamente y encontrarme otra vez con vosotros.

Madrid. Ese era el objetivo. Y aquí estoy. No sabría explicar por qué, pero mi sueño era saltar a la gran ciudad, probar nuevas experiencias en el lugar donde 'se cuece' todo lo que ocurre en este país. Un reto que, de momento, está superando mis expectativas y que necesitaba cumplir para no sentirme defraudado conmigo mismo. A cambio de satisfacer mis ilusiones, dejo cosas atrás, otras ilusiones que retomaré cuando mi presente aquí ya esté agotado. Pero el futuro es incierto,… así que ahora toca pensar en el presente… en el aquí y en el ahora. Confío en que el futuro esté ahí para esperarme.

Dos semanas en la capital han dado para mucho. Llegué con la maleta llena de incertidumbres, con el vértigo del cambio, algo asustado por lo que me esperaba en la gran ciudad. Pero mi corta vida me ha enseñado que las metas se van superando poco a poco, que no merece la pena pensar más allá de lo inmediato, porque todo va surgiendo casi sin darnos cuenta. Y en eso estamos. Luchando día a día para que este sueño no se desmonte y que los sacrificios realizados -los míos y los tuyos- no hayan sido en vano.

En esta aventura tengo la suerte de contar con la compañía de quienes se encuentran en mi misma situación. Ilusiones compartidas. Cinco personas embarcadas en una travesía de la que conocemos el principio, pero ignoramos el final. Cada día es una sorpresa; cada minuto se vive intensamente. Seis personas buscando su lugar en el mundo, definiendo su futuro a golpe de ilusiones y, también -por qué no- de desengaños. Cinco personas que renuncian a sus raíces para encontrar un camino. Indudablemente, si no fuera por ellos el esfuerzo carecería de sentido.

Llegar a casa y escuchar las historias del día que acaba, sentir que no eres el único que está transformando su existencia a marchas forzadas… eso no tiene ni precio ni forma de explicación.

En dos semanas todo parece ir encarrilándose. Una de esas personas que me acompaña me decía que se ha fijado en que llego todos los días con una sonrisa. Es cierto, a pesar de que me falta ese abrazo que la distancia me niega, estoy a gusto, conmigo y con mi entorno. La fortuna me sonríe y yo no puedo más que ser agradecido y devolverle sus favores con la misma moneda. Siento que me estoy tirando por un precipicio, pero tengo la certeza de que debajo hay un colchón. Y cuando no lo tenga, me lo construiré. Porque partir de cero tiene sus ventajas, y la más importante de ellas es que tienes todo un mundo de posibilidades en el horizonte y, sobre todo, que tú tienes el mando para que se conviertan en realidades.

Dos semanas han dado para mucho. De la desubicación y la soledad inicial se pasó pronto a la convivencia, una necesidad indispensable para aguantar los cambios. Llegaron nuevos aires de tierras murcianas e ilicitanas, luego vino el relevo desde las montañas eldenses y pronto llegará el rezagado colivenco,… y la casa cobra cada vez más vida. La misma vida que tiene esta ciudad, cuya actividad frenética no deja ni un momento para el aburrimiento. Trabajo, gente, cervezas, museos, prisas, música, segundos de descanso, llagas en los pies, dormir… y vuelta a empezar. En resumidas cuentas, así es mi vida aquí. Pero ahí más.

Seguíré contándoos cosas. Perdonad mi tardanza. Un abrazo, amigos.

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viernes, septiembre 15, 2006

España ya tiene a su Hearst particular

William Randolph Hearst. Todo el que se dedica al periodismo o, en general, al mundo de la comunicación, tiene grabado este nombre a fuego en su cabeza. O al menos debería saber quién fue y lo que significó para el periodismo moderno. Quien no esté al tanto de la profesión quizá ignore la existencia de este célebre personaje. Pues bien, en resumidas cuentas, digamos que Hearst es el antihéroe del periodismo, el enemigo a batir por todos aquellos que se lancen al mundo de la información -de la periodística, claro-. De hecho, hizo sobrados méritos para convertirse en el paradigma de la desinformación, la manipulación y el sensacionalismo. Un personaje repudiado en las aulas de periodismo de todo el planeta y situado en las cloacas de la profesión. W. R. Hearst amasó una enorme fortuna como magnate de la prensa americana; fue el padre de lo que conocemos como amarillismo, un tipo de periodismo en el que lo importante es aumentar los niveles de audiencia para incrementar la cuenta de beneficios, sacrificando por el camino a la regla de oro de la profesión: el relato de la realidad, de la Verdad con mayúsculas. La deformación de los hechos y la creación de historias tan llamativas como fantásticas era su método para llamar la atención del público. Llegó incluso a provocar la guerra hispano-americana de 1898, al publicar que el estallido del acorazado Maine había sido obra de los españoles. La ley del mercado sobre la ética profesional. Así era Hearst. Ahora piensen por un momento en la España de hoy, hagan un recorrido por sus medios de comunicación,... ¿les suena a alguien?

Es de suponer que todo el mundo haya pensado en el tándem Federico J. Losantos-Pedro J. Ramírez. Pues sí, en efecto, dos personajes que están convirtiendo el periodismo patrio en una actividad siniestra, con sus juegos de malos detectives a la búsqueda de unas conclusiones ya predeterminadas en sus despachos. Me entristece tener que criticar a un compañero de profesión, más aún tratándose de uno de los grandes de la historia reciente del periodismo en España, una persona que alcanzó un gran y merecido prestigio dirigiendo las investigaciones que descubrieron los mangoneos de Roldán, la guerra sucia de los GAL patrocinada por el ministerio del Interior de González y los usos inmorales que se daban a los fondos reservados en el anterior gobierno socialista. Consiguió auparse al estrellato, convirtiendo los diarios por los que ha pasado en un ejemplo a seguir en el periodismo de investigación español. Pero la vanidad, su sed de protagonismo y su actitud de justiciero le han perdido. Sobre el otro, sobre Losantos, ni siquiera se puede alabar su pasado. Dejémosle aparte.

W. R. Hearst tenía tres fijaciones: el dinero, la fama y acabar con el presidente McKinley o quien se le pusiera entre ceja y ceja, sobre todo su máximo competidor, el también célebre Pulitzer. Salvando las distancias, y reconociendo la labor realizada por Pedro J. en los casos apuntados antes, el sagaz periodista español parece estar derivando hacia los mismos vicios que caracterizaron al vergonzante magnate americano. Son conocidas sus amenazas al Gobierno socialista, sus editoriales incendiarios cuando Zapatero abría la veda para las televisiones digitales, advirtiendo al presidente de que podía comenzar una lucha implacable para pedir su cabeza si no satisfacía sus ansias empresariales. Es también pública aquella conversación en la que se jactaba de su capacidad para poner y quitar presidentes a su antojo. Lo intentó empecinado con Felipe González, y lo consiguió; ahora lo intenta con las mismas ganas con Zapatero, sin tregua, sin cuartel. No en vano, es el periodista más temido por la clase política española, conocedora de su influencia sobre la opinión pública.

Respecto a la fama, es indiscutible que su egocentrismo le hace aparecer como una persona vanidosa y arrogante. Se deleita consigo mismo, se gusta, se adula a sí mismo, y le encanta verse en portada de su periódico. Lo primero no tiene nada de malo, le ayuda a poner su autoestima por las nubes y si es feliz así, que así sea, no soy quien para negar la felicidad de nadie; en cambio, lo segundo no es ni ético ni agradable a la vista del público: un periodista nunca es noticia, el director de un medio de comunicación debe mantenerse al margen, un periódico debe contar historias que interesen a la gente, debe ser un servicio público de información, nunca una plataforma para perseguir los intereses personales de sus mandatarios... son reglas básicas de decencia periodística. Pedro J. ha convertido en noticia de portada una manifestación organizada en favor de su piscina; un éxito de convocatoria que fue posible gracias a la inestimable colaboración de las arcas de Nuevas Generaciones, con un viaje con todos los gastos pagados a Mallorca como reclamo. Se coloca en primera cuando le sitúan como una de las personas más influyentes del país, cuando participa en algún acto social o cuando, en definitiva, necesita promocionar su figura, llevando la famosa vanidad del periodista a su expresión más descarada.

Y el dinero... ¡ay, el dinero, perdición de los hombres!... la ley del mercado vuelve a machacar los valores del periodismo. El interés económico se intuye detrás de muchas de las informaciones que últimamente publica El Mundo, algo nada objetable si no fuera porque en muchos casos la verdad chirría. Y eso sí que es un problema. La "investigación" del 11-M, plagada de contradicciones, exageraciones y tergiversaciones de los hechos, amenaza con llevar al desprestigio a una persona obsesionada con encontrar algo que pocos ven. Y no lo vemos, no porque estemos ciegos, sino porque no tenemos la mente sucia, ni nos mueve esa obsesión por el dinero, la fama y el derribo de gobiernos a toda costa, a cualquier precio. Me voy a ahorrar entrar en detalles sobre el encumbramiento de presuntos delincuentes, de la fe ciega en teorías estrambóticas que no se sostienen en pie y de las artimañanas para sembrar la sospecha por doquier.

Nada más decir que la evidencia se cae por su propio peso. La pena es que existan personas con tal capacidad para moldear las opiniones de la gente. Pedro J., como empresario se merece un 10, como periodista me apena el camino que esta tomando, y como persona... como persona, allá él con su conciencia.

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lunes, septiembre 11, 2006

11-S-06, el mundo se desmorona

Una imagen imposible de olvidar que todavía hoy nos sigue poniendo los pelos de punta... teníamos la sensación de estar viviendo la antesala de un cambio mundial

Esta es la cruda realidad:

Han pasado cinco años desde que asistimos en directo al ataque de Al Qaeda contra Estados Unidos y, como si fuera una premonición, del derrumbe de aquellas torres hemos pasado al desmoronamiento del mundo tal y como lo conocíamos. Nuestra seguridad está en precarias condiciones. Ya no hace falta estar en el frente de batalla para sentirse en peligro. Occidente, antes del 11-S, veía el drama humano como algo lejano, como algo propio del Tercer Mundo, de países atrasados. Nos sentíamos a salvo en nuestra burbuja de ignorancia. Pero la imagen de las torres ardiendo nos sacó de aquella plácida ilusión. Luego llegaron las discotecas de Bali, los trenes de Madrid, el metro de Londres,... como un recordatorio de que lo de Nueva York y Washington fue sólo el inicio de una larga y nueva confrontación. Por si no fuera bastante, no sólo tenemos que lamentarnos por nuestra seguridad perdida. No. Estos cinco años serán recordados con vergüenza en los libros de historia como la época en la que el mundo occidental perdió sus principios, sus valores y sus derechos. Nuestras democracias han perdido su esencia en la lucha contra la amenaza terrorista. Vivimos en un mundo más peligroso y menos libre. Esa es la herencia del 11-S, un mundo en ruinas.

Son las siete de la tarde mientras escribo estas líneas. A estas horas, hace ahora cinco años, medio mundo seguía pasmado frente al televisor, mientras veían boquiabiertos las imágenes repetidas de la caída de las torres, el derrumbamiento de uno de los símbolos de la supremacía occidental. El impacto de los aviones contra el World Trade Center, el Pentágono humeante, los trabajadores de las Torres Gemelas optando por una muerte más rápida al tirarse al vacío, el ennegrecido campo de Pennsylvania donde cayó el cuarto avión, Manhattan en estado de guerra, el enemigo en casa, la invulnerabilidad herida y lo inexplicable de la sinrazón. Para la posteridad quedará ese repetido 'Oh, my God!!!!' entre angustiado e incrédulo que quedará como símbolo sonoro de aquel aciago día en que despertamos de la bonanza en que creíamos habernos instalado. No nos lo creíamos, pero no había duda, era real, así que comenzamos a hacernos a la idea de que nada volvería a ser igual. El mundo entró en guerra ese día, y todos lo sabíamos.

De un plumazo se destruyó la ilusa teoría de Fukuyama, esa que adelantaba el fin de la historia con el desmoronamiento del comunismo y la supremacía incontestable del capitalismo. Nos las veíamos felices en nuestro plácido mundo lleno de ciudadanos convertidos a consumidores natos, pero olvidábamos que nuestra opulencia occidental había creado desigualdades en el mundo. Nosotros teníamos más porque negábamos a otros sus posesiones, contribuimos con nuestra avaricia a crear monstruos llenos de odio a lo occidental e incluso fue el propio Estados Unidos quien entrenó a esos que ahora se revolvían contra el imperio. Los amigos que ayudaron a derrotar al enemigo soviético en las montañas de Afganistán utilizaban ahora sus artes bélicas para golpear a su antiguo patrocinador. La desigualdad creo odio, y el odio cundió en las mentes de una panda de descerebrados que plantearon a Occidente el mayor de los retos al que nunca se ha enfretado. El choque de civilizaciones, por si alguien lo dudaba, se nos presentó en su faceta más cruel aquella mañana de septiembre.

El bofetón de Nueva York nos hizo despertar a la realidad. ¿Quién no pensó en aquellas horas de espanto en la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial? ¿Puede que estemos inmersos en ella? ¿Es posible que vengan días peores? ¿Es el mundo un lugar más peligroso para vivir que hace cinco años? Es inevitable que al hacernos estas preguntas sintamos un escalofrío en el espinazo, una sensación que proviene de la certeza de que esas preguntas tienen una respuesta afirmativa. Sí, el mundo se asienta sobre un precario equilibrio. Cualquier mal paso puede devenir en un desastre global, fruto del clima de odio, desconfianza y falta de entendimiento entre los dos bloques más combativos entre sí: Occidente y el mundo musulmán. ¿Buenos contra malos? No nos engañemos, esto es una lucha entre malos; la bondad no existe en nuestro actual orden mundial. De hecho, lo más descorazonador del panorama global es que la Humanidad ha perdido, precisamente, su humanidad. Ese es el gran logro de los terroristas, están consiguiendo que nos parezcamos a ellos, que desandemos el camino de las libertades.

Estos cinco años de observación del mundo me han enseñado una lección: desconfía de aquel que se arroga la bondad y plantea los conflictos en parámetros de buenos y malos; su radicalidad le acabará cegando y terminará por utilizar las mismas artimañas que el contrario en su intento por imponer sus ideas absolutas. Occidente tenía que dar una lección de humanidad a sus atacantes, pero desaprovechó la oportunidad al alinearse con unos locos que pervierten los valores de la democracia y la libertad que tanto nos costó alcanzar. Como no, el máximo exponente de esta esquizofrenia occidental lo tenemos en Irak, una guerra planteada de cara a la galería como una lucha contra el terrorismo que no ha hecho más que acrecentar la inseguridad del planeta. ¿Era necesario ponerse a la altura de los descerebrados? ¿Era prudente darles argumentos para que intentaran legitimar su odio? Muchos lo advertimos, pero no se nos escuchó. ¡Qué pena que nuestras democracias no funcionen para lo importante! El pueblo delegó en unos gobernantes que, en el momento de la verdad, impusieron su sinrazón sobre la lógica de la prudencia. Atacaron y engrasaron la espiral de violencia.

En Irak reina ahora el desgobierno. El terrorismo se ha instalado en su territorio, las muertes diarias se cuentan por decenas y los gobernantes se ven incapaces para poner orden sobre el puzzle de etnias que componen el país. El conflicto árabe-israelí continúa enquistado en Oriente Próximo, recordándonos cada cierto tiempo que la religión mal entendida y los nacionalismos irracionales son la lacra de nuestra arrogante especie. Irán amenaza al mundo con proseguir su programa nuclear, intentando hacernos creer que tiene buenas intenciones mientras se contradice al pregonar la destrucción de Israel y los infieles. La Unión Europea se vuelve ineficaz cuando más se le necesita como equilibrio entre los dos bloques radicalizados; aunque tendremos que otorgarle el beneficio de la duda ante la decidida actuación que parece estar promoviendo en la pacificación de Líbano.

La ONU es un mecanismo internacional, supuestamente neutral, que se paraliza en cuanto la superpotencia americana y su escudero inglés dirigen su pulgar hacia el suelo. Occidente en su conjunto traiciona sus propios ideales al restringir las libertades con la excusa de aumentar la seguridad de sus ciudadanos; los derechos humanos no tienen validez cuando se trata de destruir al enemigo. Y para colmo, por si el mundo no fuera ya un desastre, el emperador Bush II se encarga de atizar la hoguera con sus proclamas guerreras que sólo consiguen envilecer más todavía al monstruo islamista. El mundo está en crisis. Hace cinco años lo preveíamos. Hoy lo comprobamos.

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martes, agosto 29, 2006

Carta de un europeísta decepcionado


















Señores dirigentes de la Unión Europea:

Comenzaré yendo al grano: mi generación está perdiendo el interés por Europa, estamos dejando de sentirnos identificados con el proyecto de construcción de un espacio unido para todas las naciones europeas. Eso ya lo saben, pero no hacen nada por evitarlo. La razón de este desapego deben encontrarla en las continuas decepciones a las que ya nos tienen acostumbrados. La inutilidad de las instituciones europeas para poner solución a los problemas queda de manifiesto cada vez que aparece alguna crisis. La parálisis de la UE es evidente. Las soluciones a los problemas internos quedan aplazadas durante años en cuanto aparece algún alto en el camino, mientras la voz europea en la escena mundial queda relegada a un papel de mera comparsa del imperio estadounidense. Ni dentro, ni fuera: Europa simplemente no existe, no está cuando se le requiere. La última decepción viene en forma de insolidaridad, de negación de ayuda a España cuando el país atraviesa la peor crisis migratoria de la historia reciente. Esta es la gota que colma el vaso, pero, tristemente, hay más agravios que demuestran su total incompetencia.

Desde que tengo uso de razón, Europa ha sido un referente para mí. Prácticamente nací cuando España ya estaba dentro del club; el país estaba en la recta final para conseguir el ingreso. En el colegio estudiaba que España pertenecía a algo llamado Comunidad Económica Europea y todos parecían estar orgullosos de que este atrasado país pudiera codearse con las grandes potencias europeas. España volvía a contar en la escena internacional. La llegada del euro fue casi paralela a mi mayoría de edad; desde aquel momento lo que parecía tan lejano pasó a convertirse en una realidad cotidiana. España debía estar agradecida a aquella comunidad, responsable de la modernización de España gracias a la donación de ayudas y se fijó el objetivo de la convergencia con las economías más fuertes del continente.

Cuando el escollo de la unión económica se salvó comenzaron a plantearse nuevas metas: la unión política de todos los Estados bajo una misma entidad supranacional que tendría una presencia fundamental en el orden mundial. Sonaba bien. Estábamos entre los grandes y salían voces que teorizaban sobre el papel de árbitro en los conflictos mundiales que podría desempeñar la ya Unión Europea. Los más europeístas pregonaban la necesidad de que Europa fuera un contrapeso de Estados Unidos en la escena internacional, un defensor de los valores y derechos occidentales en un mundo que empezaba a plantearse en términos de "o conmigo o contra mí". Algo así nos vendieron en el referéndum de la Constitución Europea y recuerdo como un día histórico aquel en que deposité la papeleta en la urna con la esperanza de contribuir al refuerzo de un experimento político necesario en este planeta imperfecto. Finalmente aquel voto quedó en papel mojado. Y ahí comenzó el abismo hacia la decepción.

El rechazo de franceses y holandeses al tratado constitucional sumió a la UE en una parálisis de la que todavía no se ha recuperado. Los intentos por salir adelante después de este varapalo han fracasado, quedando aplazada hasta dentro de cuatro años la toma de una decisión sobre la instauración de un texto común. No será posible, de momento, la soñada unión política. Los dirigentes no supieron transmitir a los ciudadanos los adelantos que supondría una constitución para la construcción europea, y en cuanto se presentaron los problemas demostraron su incapacidad para seguir adelante. Es más, se ha evidenciado que no hay consenso entre los Estados, ni voluntad de tenerlo, por lo que la unión política, a día de hoy, se ha convertido en una utopía inalcanzable.

El protagonismo de Europa en el mundo tampoco es el que nos prometieron. El gigante americano continúa haciendo sombra a una aletargada Europa que no puede más que continúar ejerciendo el papel de subordinado del imperio. De nuevo, la desunión entre los distintos miembros se presenta como el gran problema europeo. No existe una postura unificada para enfrentarse a los acontecimientos que sacuden el planeta, por lo que cada vez que hay que expresarse se alza un coro de voces dispares que dejan en ridículo su fuerza como potencia mundial. Quizá el problema de la UE es encontrarse en una civilización, la occidental, que está copada por los intereses del hermano mayor díscolo, Estados Unidos. Su intención es tener voz propia, pero siempre aparece el temor a contradecir al poder americano, lo que obliga a Europa a ocupar una posición sumisa en las relaciones transatlánticas. Ese no era el objetivo.

A las carencias en la coordinación interna y la debilidad en el campo internacional hay que unir ahora la falta de sensibilidad del continente hacia las necesidades de los países miembros. Fue indignante la forma en que Europa se lavó las manos cuando unos pescadores españoles rescataron a medio centenar de inmigrantes en el Mediterráneo. Una semana entera para decidir la suerte de los inmigrantes y la tripulación. En estos instantes, España vive en sus carnes la insolidaridad europea, con la inoperatividad de la lucha contra la inmigración ilegal y la negación de ayudas para resolver la situación de crisis que viven las islas Canarias. La Agencia de Fronteras FRONTEX ideada para controlar las oleadas de subsaharianos en sus travesías hacia costas españolas no está siendo eficaz; ni siquiera se ha desplegado en su totalidad. El Gobierno pide ayudas, más medios, pero se encuentra enfrente a una entidad que no asume sus responsabilidades. Y el control de las fronteras es una de ellas. Europa debe hacerse cargo de un asunto que le concierne directamente; debe actuar ya si no quiere continuar siendo un ente amorfo sin utilidad alguna.

De su iniciativa depende que la generación que nació con Europa vuelva a confiar en el futuro de este experimento. Si no nos ayudan a entusiasmarnos, nunca podremos construir un espacio común.

Firmado: un europeísta decepcionado.

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miércoles, agosto 23, 2006

Malos tiempos para ser musulmán

Un grupo de musulmanes realiza uno de sus rezos junto a una valla de pinchos colocada por los marines durante la invasión de Bagdad, en abril de 2003.

Tras la desarticulación de la trama terrorista que pretendía explotar aviones en vuelo entre el Reino Unido y Estados Unidos hay que tener ciertas precauciones. Si eres musulmán, o árabe, o simplemente lo pareces, te conviertes automáticamente en sospechoso de querer atentar contra los occidentales que te rodean. Debes soportar impávido la humillación de sentir decenas de miradas recelosas en el cogote mientras viajas en un medio de transporte o caminas por la calle. Has de ser cuidadoso y medir todos tus movimientos para evitar que la gente desconfíe de tus intenciones. Así que nada de trastear tu teléfono móvil en el tren, ni de sacar una botella para dar un trago de agua en el avión y, ni mucho menos, dirigirte a tu compañero de asiento, árabe como tú, en vuestra lengua materna. Si no sigues estas reglas, te arriesgas a que el resto de los pasajeros se niegue a volar contigo, a que el avión vuelva al aeropuerto y a que te detengan bajo la acusación de tener "comportamientos inquietantes". Ah, se siente, haber nacido en esta parte del mundo. Tienes que asumir que Occidente ha abierto la veda de la islamofobia.

Ironías aparte, nos enfrentamos a un grave problema de convivencia entre dos mundos que cada vez confían menos el uno en el otro. El choque de civilizaciones que predijo Huntington ya está aquí, nos ha invadido sin remedio, nos guste o no. Los terroristas han conseguido uno de sus objetivos principales: atemorizar al mundo occidental. Y, de paso, también han logrado acrecentar la brecha que divide a Occidente de la civilización islámica. Este choque ya no es una idea abstracta, es algo real, algo cotidiano que se percibe en la calle.

Si no, que se lo pregunten a los musulmanes que tuvieron que abandonar un vuelo en el aeropuerto de Málaga porque varios pasajeros rechazaron volar junto a ellos, simplemente porque sus palabras en lengua árabe les sonaron amenazadoras. También sienten la desconfianza de sus conciudadanos los musulmanes europeos, que, tras décadas de convivencia pacífica, tienen que pedir perdón por profesar la religión que reclaman para sí los radicales islamistas. El último capítulo de esta historia que se prevé extensa se produjo ayer en Holanda, cuando el piloto de un avión solicitó permiso para volver al aeropuerto de Amsterdam, escoltado por dos cazas, porque sospechaba que dos de los pasajeros eran terroristas. Su error fue utilizar un móvil. Doce personas continúan detenidas. Si hubieran sido blancos nadie se habría inquietado por su comportamiento.

Debe ser complicado ser árabe en los tiempos que corren. La amenaza terrorista nos ha convertido a todos en víctimas de la cultura del miedo que tanto le gusta extender a los poderosos para lograr controlar nuestros movimientos, actos y pensamientos. La dicotomía musulmán-terrorista ha cuajado, para desgracia de los millones de ciudadanos de este mundo que siguen a Alá sin compartir los preceptos de los extremistas. Se ha repetido hasta la saciedad que el islam no es sinónimo de violencia, que la radicalización de la 'yihad' es fruto de unas mentes perversas que interpretan el Corán a su modo. Pero continuamos teniendo miedo a todo lo que suene a musulmán, lo que vuelve a demostrar que el ser humano es más pasional que racional.

Es una victoria de los terroristas y una derrota para la Humanidad. Han conseguido que la seguridad prime sobre los derechos y la libertad. Nos han metido en el miedo en el cuerpo, para regocijo de nuestros gobernantes occidentales, que tienen vía libre para ejercer el control sobre la sociedad que siempre han codiciado los poderosos. Pensemos con la cabeza, y no les demos el gusto, ni a unos ni a otros, de convertir este planeta en un mundo gobernado por el recelo, la desconfianza y el miedo.

ACTUALIZACIÓN (25-8-2006; 10:45):

Las encuestas comienzan a confirmar la impresión de que los musulmanes son el nuevo enemigo público número uno para los occidentales. La mayoría ve al islam como una amenaza. Concretamente, según una encuesta publicada por el diario inglés Daily Telegraph, el 53% de los británicos consideran que los musulmanes representan un desafío al sistema construido por Occidente. En España no tardaremos en ver nuevos sondeos de opinión con datos similares.

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miércoles, agosto 16, 2006

A la caza del voto inmigrante

Si los inmigrantes pudieran votar, ¿por qué tendencia política se decantarían? ¿Por la izquierda que les ha concedido 'papeles' a través de la famosa regularización? ¿O por la derecha que ha construido su discurso basándose en una cierta criminalización de los extranjeros? Quizá me precipite, pero parece bastante obvio que, en caso de acudir a las urnas, los inmigrantes preferirían votar al partido del Gobierno que ha legalizado su residencia en España a cambio de demostrar que están desempeñando un trabajo en el país. Teniendo esto en cuenta, también parecen obvias las intenciones del Ejecutivo cuando "promueve que los inmigrantes voten en las municipales", según se leía esta mañana en la portada de El País. El Gobierno sabe que la extensión del derecho a voto a los inmigrantes beneficiaría electoralmente a la izquierda. Y no va a dejar escapar la oportunidad.

-Texto de referencia:
Proposición de ley de IU en el Congreso en 2005, apoyada por todos los partidos políticos y copatrocinada ahora por el PSOE.

Desde un punto de vista democrático es totalmente legítimo que los ciudadanos que residen de forma legal en un país puedan decidir los políticos que quieran que los gobiernen, independientemente del lugar donde hayan nacido. No debería haber ningún impedimento para ello. Si forman parte de nuestra sociedad debemos tratar de integrarlos también en nuestro sistema político, como ciudadanos que son, igual que cualquier otro. Además, la Constitución (Art. 13.2) recoge la posibilidad de que los extranjeros puedan participar en las elecciones. Pero desde la perspectiva de la decencia política, resulta cuanto menos chirriante que el Gobierno aproveche las circunstancias para obtener un remesa de votos en masa. Más que una política social y de extensión de derechos parece que detrás de estas prisas por conceder la posibilidad de votar a los inmigrantes se esconde una política electoralista.

De hacerse efectiva esta propuesta, el censo electoral para la cita de 2007 se hincharía con casi dos millones de personas más cuyo voto iría dirigido, de forma abrumadora, a los escaños de la izquierda. Esas papeletas servirían para distanciar al PSOE y, en menor medida, a Izquierda Unida, del PP en los municipios donde la población extranjera ocupa un notable porcentaje. Es el caso de los ayuntamientos de Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga y Alicante, las capitales de provincia españolas con más población inmigrante. Cuatro de ellas, todas excepto Barcelona, están gobernadas por el PP. Si se acercan los extranjeros a las urnas, el vuelco hacia la izquierda se convertiría en una clara posibilidad y el PSOE estaría más cerca de recuperar importantes ciudades, entre ellas la capital y los dos municipios más importantes de la Comunidad Valenciana, región donde la izquierda tendría pocas probabilidades de ganar en circunstancias normales. Sabiendo esto, no parece casual la propuesta de agilizar los trámites para conceder el derecho a sufragio a los extranjeros no comunitarios.

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viernes, agosto 11, 2006

No hay derecho...


(Gracias a djarcher por esta recopilación de fotos de la tragedia medioambiental)

No hay derecho a lo que está ocurriendo en los bosques de Galicia. No hay derecho a que una banda de desalmados destruya en unas pocas horas lo que la naturaleza ha tardado siglos en crear. No hay derecho a que los intereses personales o económicos que parecen estar detrás de la oleada de incendios que asola el monte gallego primen sobre el interés común por preservar nuestro entorno. No hay derecho a que desaparezcan los bosques y montes que dan sustento a una sociedad tradicionalmente rural. No hay derecho a que, una semana después, continúe habiendo un centenar de focos activos en tierras gallegas.

No hay derecho a que los ciudadanos se vean obligados a actuar de bomberos porque las autoridades no hayan sido capaces de desplegar los medios suficientes. No hay derecho a que el Gobierno y la Xunta llegaran tarde y contribuyeran con su inicial relajación a que las llamas se extendieran por toda la comunidad. No hay derecho a que los dirigentes se acerquen a la zona para hacerse una foto que les puede proporcionar réditos políticos. No hay derecho a que la oposición exija responsabilidades al Gobierno cuando ellos tampoco supieron actuar en su momento y nunca pidieron perdón por ello.

No hay derecho a que las fuerzas policiales y judiciales hagan gala de su conocida incompetencia y permitan que los autores de tal desastre continúen sueltos prendiendo el monte. No hay derecho a que los pirómanos, sean éstos especuladores, resentidos o simplemente locos, practiquen impunemente su terrorismo medioambiental.

No hay derecho a que todos los veranos arda España sin que nadie ponga remedios para evitarlo. Nada de lo que está pasando tiene sentido.

Firmado: uno más de los 40 millones de españoles indignados.

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martes, agosto 08, 2006

Otros horrores (II): La solidaridad deja Sri Lanka

La población de Sri Lanka ya está acostumbrada a abandonar sus hogares... la guerra y los desastres naturales no les dan tregua

Cuando Israel mató a cuatro observadores de la ONU tras un bombardeo, los medios no tardaron en hacerse eco de la noticia. No era para menos, el asesinato de estos cuatro funcionarios representaba un ataque contra el organismo internacional. Sin embargo, la muerte de 17 miembros de una ONG, la pasada semana en Sri Lanka, quedó olvidado por los medios tradicionales o relegado a un mísero breve de quince líneas en las últimas páginas de Internacional de algún diario nacional. La ONG francesa Acción contra el Hambre se dedicaba a reconstruir la costa este del pequeño país insular del Índico, después del maremoto que asoló el sureste asiático en las navidades de 2004. Las víctimas fueron tiroteadas a sangre fría por la guerrilla Tigres de la Liberación de la Patria Tamil (conocida por las siglas LTTE). Iban a ayudar y se encontraron de frente con la irracionalidad humana. Este acto de crueldad es sólo el último capítulo de la lucha que libra la minoría tamil con el Ejércio srilanqués. El objetivo de los rebeldes es la independencia del noreste de la isla. La consecuencia de su lucha es una guerra civil, una ola de violencia que se ha intensificado en las últimas semanas sin que nadie fije su mirada en ella.

El pasado 26 de julio se recrudeció la violencia de la guerrilla separatista, incluida por la Unión Europea en su lista de organizaciones terroristas. Sus hombres asaltaron una presa que abastecía de agua a la zona cercana a la ciudad de Trincomalee, impidiendo el acceso de las comunidades al líquido elemento. Dos semanas después, 13.000 familias del este del país siguen sin recibir agua, lo que está provocando una nueva tragedia humanitaria en una zona que todavía no se había recuperado del golpe del 'tsunami' en 2004. El Ejército ha respondido enérgicamente y, como suele ocurrir en estos casos, ambas partes se han introducido en una espiral de violencia que hace explotar por los aires las esperanzas de un alto el fuego.

En 2002, con la mediación de Noruega, se alcanzaba un acuerdo entre las partes por el que los Tigres se conformaban con un cierto grado de autonomía y el Gobierno levantaba el cerco sobre los radicales tamiles. Tras el maremoto, la guerrilla colaboró con el Ejército para llevar ayuda humanitaria a los damnificados, en una alianza inédita que auguraba una renovada paz. Pero todos los avances son ya agua pasada. Ni los 30.000 fallecidos por el arrastre de la gran ola ni el éxodo de millón y medio de habitantes de las zonas costeras sirvieron para unir lazos definitivos. De la unión solidaria de aquellos días se ha pasado al tiroteo de 17 trabajadores de la solidaridad.

Las cifras demuestran que la mayor perjudicada por esta guerra fraticida es la población civil. Según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, el ACNUR, desde el inicio de las recientes hostilidades han tenido que abandonar sus casas más de 21.000 personas, que se suman a las 314.000 que ya lo habían hecho desde que el organismo comenzó el recuento a finales de la década de los 80. En lo que va de año, más de 700 personas han muerto como consecuencia directa de los ataques cruzados. Las últimas "bajas humanas" se produjeron ayer mismo cuando un coche bomba colocado cerca de un colegio mató a dos personas e hirió a otras tres en la capital, Colombo. El maremágnum de cifras suele desviar nuestra atención y hacernos perder el interés por un tema. Pero ahí están, para dejar constancia de que las reivindicaciones pierden toda su moralidad cuando las armas se ceban en las vidas de los inocentes.

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viernes, agosto 04, 2006

Otros horrores (I): La sangría iraquí

Un soldado vigila una manifestación en Bagdad... las fuerzas de seguridad son uno de los objetivos más comunes de los atentados de la resistencia

Durante estos días de verano, el ojo mediático está puesto sobre el conflicto que libran Israel y la milicia libanesa Hezbolá, cuyos combatientes protagonizan la enésima guerra en Oriente Próximo. Noticias como las de la lluvia de cohetes lanzada por los radicales islamistas sobre territorio israelí o la masacre provocada por el Ejército de Israel al derribar un edificio en la bíblica Caná centran la actualidad internacional, con permiso de la enfermedad de Castro. Parece como si sólo existiera el conflicto árabe-israelí. La información sobre este punto del planeta prima sobre el resto de acontecimientos, por lo que nuestra ración diaria de maldad humana está ahora encarnada en los misiles israelíes y los ataques de Hezbolá. Pero este pequeño planeta esconde otros horrores que, por olvido, falta de espacio-tiempo o desinterés son relegados por los medios a un segundo plano. Con la sangría de Irak comienza una serie de artículos que pretende recordar de lo que es capaz el ser humano cuando antepone sus pasiones a la razón.

Desde la invasión de Irak por parte de tropas occidentales comandadas por los Estados Unidos, hace ya más de tres años, el país de Oriente Medio no sabe lo que es la convivencia pacífica. Antes de la caída de Sadam Husein sus vidas estaban privadas de libertad, viviendo bajo la amenaza constante de los antojos del dictador y sus colaboradores. Ahora que no está Sadam, su vida no es mucho mejor. Del miedo a contradecir al régimen han pasado al temor a salir a la calle por si son víctimas de la ola de violencia que sacude el país. Las decenas de muertos que cada día provoca la resistencia suní son un recordatorio de que Irak todavía está en guerra. La campaña militar de invasión terminó con el éxito del derrocamiento del sanguinario Husein, pero también trajo consigo un debilitamiento del poder y la autoridad, un ambiente en el que se desenvuelven sin problemas los grupos terroristas de resistencia al régimen avalado por los norteamericanos.

La consecuencia más dramática es la muerte de ciudadanos. El departamento de Sanidad iraquí calcula que sólo durante el pasado mes de julio perdieron la vida más de mil civiles, 135 miembros de las fuerzas de seguridad y 143 insurgentes, mientras que cerca de 1.800 civiles resultaron heridos. El recuento de muertos que elabora la organización Iraq Body Count desde que comenzó el conflicto en marzo de 2003 alcanza ya la cifra de 39.702 civiles fallecidos como mínimo, y 44.191 como máximo. Todos los días las bombas sacuden alguna ciudad iraquí, pero pasamos de largo ante el terror que sufren en la cuna de la civilización humana. Nos hemos acostumbrado a ver subir el contador de víctimas y ya no nos impresionan los atentados contra filas de personas que buscan empleo, contra jóvenes que juegan un partido de fútbol o contra aquellos que van a comprar al mercado. Somos inmunes al horror.

A Estados Unidos le cuesta cada vez más proclamar sus éxitos en la guerra de Irak. Bush ya no sale tan a menudo a la palestra para convencer de que tras la ocupación llegará la democracia al país, porque este futuro es altamente improbable a la vista de los acontecimientos. Todo parece indicar, y así lo han reconocido incluso generales estadounidenses, que Irak está abocado a una nueva guerra civil entre las etnias que configuran su territorio. La mayoría chií tiene ahora el poder y la protección de Estados Unidos, pero los seguidores suníes de Sadam amenazan con romper un equilibrio que pende de un fino hilo. Al norte, los kurdos tampoco parecen dispuestos a olvidar sus reivindicaciones territoriales y estarían dispuestos a luchar en caso de que la ola de violencia se convierta en guerra. No hay solución a la vista. Seguro que Irak volverá a convertirse pronto en noticia de portada. La gravedad de lo que allí ocurre aconseja que no abandone ese lugar, aunque allí la muerte ya no sea noticia.

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lunes, julio 31, 2006

Que decida el Constitucional

El Estatut todavía va a dar que hablar. Cuando pensábamos que ya estaba todo debatido, aprobado y sancionado llega el recurso del Partido Popular ante el Tribunal Constitucional. No está todo dicho sobre la norma que elaboró el Parlamento de Cataluña, que retocó el Gobierno con la ayuda de CiU, que votó el Congreso sin el aval del PP y que apoyó la "mayoría" del pueblo catalán en aquel fracaso de referéndum. Ahora el Constitucional tiene la última palabra sobre un texto que ha hecho resurgir el enfrentamiento entre las dos Españas y que ha abierto el debate sobre el camino hacia el que se dirige el modelo territorial de España. Para los tremendistas, España se rompe, así, sin más; para el resto, es un avance del Estado de las Autonomías hacia un modelo más federal, que permitirá que las regiones alcancen mayores cotas de desarrollo para el beneficio común.

En su discurso, los fatalistas olvidaban premeditadamente que la democracia española tiene resortes para evitar esa ruptura que tanto pregonaban. El Constitucional es una de las herramientas más valiosas para ello. Por eso es necesario, y obligado, que el Estatut atraviese ese trámite. Por ello, me alegra poder decir, después de mucho tiempo, que el PP ha ejercido de forma responsable su labor de oposición. Que ya era hora. Ahora yo me pregunto: ¿el PP respetará la decisión del tribunal si no encuentra el rastro de inconstitucionalidad que denuncia? ¿O dirá que el Constitucional también está dentro de la conspiración zapateril que se propone romper España? En fin, que decida el Constitucional, que limpie lo que tenga que limpiar, y todos contentos con nuestra España unida en la diversidad. Como ven, aquí nada se rompe y nadie puede romper nada unilateralmente.

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miércoles, julio 26, 2006

Llámame antisemita si te hace feliz

La imagen habla por sí sola... sobran las palabras
Aun a riesgo de que me tachen de antisemita, voy a denunciar las atrocidades que está cometiendo Israel en su lucha contra la milicia Hezbolá. La última pieza de esta barbarie llega en forma de bomba contra cuatro observadores de la ONU: deliberado o no, es un asesinato. Es lógico que Israel quiera combatir a los terroristas que se dedican a lanzar cohetes sobre sus poblaciones y a secuestrar a sus ciudadanos. Todos estamos de acuerdo en la condena a las acciones que comete Hezbolá. Sin embargo, la diferencia se encuentra entre quienes justifican la respuesta de Israel amparándose en la defensa propia y quienes aborrecemos la sangría desmedida que están llevando a cabo en su intento por destruir a Hezbolá.

Los 'daños colaterales' no son justificables de ningún modo. La población libanesa que está muriendo bajo las armas de Israel, que ha perdido sus casas y sus formas de vida, no es responsable de las acciones ejecutados por los terroristas, ni del ansia expansionista que ha caracterizado a Israel desde su surgimiento como país, ni de los errores cometidos por la comunidad internacional cuando encendieron la mecha del conflicto al organizar un mal reparto de la zona,... Quizá me llamaréis antisemita, pero nunca dejaré de denunciar lo que me dicta el sentido común: el ataque a la población civil nunca está justificado; si no pueden desarrollar una guerra limpia que no la empiecen; que busquen estrategias militares efectivas contra los culpables pero inocuas para los ciudadanos; que pidan perdón por sus errores en lugar de justificarlos; y que no se escuden en la seguridad para atentar contra los derechos humanos, porque eso, señores de la guerra, crea más inseguridad. Por cierto, ¿alguien puede decirme por qué defender los derechos humanos de los libaneses es un síntoma de antisemitismo?

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lunes, julio 24, 2006

¿Es posible una alianza de civilizaciones?



Pocas preguntas tienen tanta carga de escepticismo como la que encabeza este artículo. La Humanidad está acostumbrada a la guerra desde que apareció sobre la faz de la Tierra. Desde que tenemos conciencia de nuestra historia no recordamos ningún momento de paz absoluta. Más bien al contrario, la violencia es uno de los signos identificadores de nuestra especie, a pesar de que tenemos eso que llaman razón. Una virtud que no utilizamos mucho. Con estos antecedentes no es de extrañar que la respuesta más común a tal pregunta sea un contundente “no”. Ahora, las noticias que nos llegan últimamente desde el avispero de Oriente Próximo sólo contribuyen a aumentar el pesimismo generalizado sobre el futuro de la convivencia humana. No hay esperanza, es así de crudo. ¿Es posible una alianza de civilizaciones? A día de hoy, comparto la opinión del 90% de la sociedad: Me temo que no.

La idea de un pacto entre las diversas, y diferentes, culturas del mundo que suponga la sustitución de los enfrentamientos por el diálogo y la cooperación, con el fin de llegar a una convivencia basada en unas reglas mínimas comunes que respeten todas las ideologías y costumbres sociales de esas civilizaciones es una idea utópica en sí misma. Una ilusión, un deseo, un sueño y, por tanto, un espejismo que no es real. Ya lo dijo Hobbes con su famosa cita: “El hombre es un lobo para el hombre”. Así ha sido siempre y no parece que hayamos encontrado el camino para que deje de serlo.

Quizá la propuesta del presidente Zapatero sea un buen comienzo para andar en la buena dirección. La Alianza de Civilizaciones patrocinada por el Gobierno español, con Turquía como compañero más comprometido, ya está en la ONU, donde un Grupo de Alto Nivel se está encargando de dar forma real a esta utopía. Su misión no es fácil, no basta con estar cargada de buenas intenciones. Desde que Huntington vaticinó que las relaciones internacionales en el siglo XXI estarían marcadas por el choque de civilizaciones los hechos no han hecho más que darle la razón. El bloque de Occidente está en guerra permanente con el bloque musulmán, y viceversa, en una lucha tanto dialéctica como de fuerza bruta. Terrorismo islamista, crisis de las caricaturas de Mahoma, tensión nuclear con Irán, conflicto entre Israel y sus vecinos, racismo y xenofobia… todo obedece a un mismo patrón: la falta de entendimiento entre los occidentales y los musulmanes.

La mayor crítica al proyecto reside en el hecho de que, por lo general, los países del mundo musulmán están controlados por regímenes teocráticos que basan su legalidad en la interpretación radical de los mandamientos divinos. Su mundo se puede asimilar a aquel que rigió a Europa durante la Edad Media, cuando la Iglesia era más poderosa que las monarquías. Sus preceptos llevados al extremo chocan con los derechos universales adoptados, a veces sólo en teoría, por las sociedades occidentales. Desde Occidente se dice que son ellos quienes tienen que acercarse a nosotros, mientras la comunidad musulmana ve en los occidentales al enemigo opresor e infiel. Seguramente, los dos bloques tienen algo de razón. Pero no se atisba ninguna forma eficaz para que se llegue a un entendimiento. No hay fórmulas magistrales. Recordemos a Hobbes.

La vicepresidenta De la Vega animaba ayer en Alicante a los jóvenes socialistas para que reclamaran el diálogo entre las civilizaciones como reacción ante “la alternativa agónica del choque de civilizaciones”. Ojalá fuera así. Pero estaríamos hablando de otro mundo. Haría falta una debacle global de consecuencias espantosas para que esa idea tomara cuerpo en las mentes de los miles de millones de seres humanos, por eso de que no reaccionamos hasta que no tenemos el problema encima. Algo así pasó con la creación de la ONU como organismo supranacional de intermediación en conflictos después del horror vivido entre la primera y la segunda guerras mundiales. De las cenizas surgió una esperanza. Pero nos volverá a pasar, y quizá la solución será una alianza de civilizaciones. Ahora no es posible. Aunque, eso sí, hay que intentarlo. Me resisto a perder la esperanza.

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viernes, julio 21, 2006

Cuando un pañuelo vale más que 330 muertos

Esta imagen ha eclipsado la barbarie de Oriente Próximo. Uno de los jóvenes puso el pañuelo palestino sobre los hombros de Zapatero para fotografiarse con él; unos segundos después ya se lo había quitado
Oriente Próximo amanece cada día con el sonido de las alarmas antiaéreas a uno y otro lado de la frontera entre Líbano e Israel. Los misiles israelíes cruzan hacia Líbano, mientras los cohetes de Hizbulá lo hacen hacia el país sionista. Trescientos muertos en un lado y una treintena en el otro, cuando se cumple una semana de la escalada militar en la zona. Los desplazados por la nueva guerra en el tablero de Oriente Próximo superan ya el medio millón. La comunidad internacional intenta buscar una solución a la barbarie creada por la construcción artificial de fronteras y la radicalización del sentimiento religioso. La zona más caliente del planeta se tambalea, con la amenaza constante de que el conflicto se esparza por todos los países de su entorno. Así está Oriente Próximo a día de hoy. Muertos, desplazados, damnificados, destrucción de infraestructuras, odios, venganzas, radicalismos,… Pero, a pesar de la gravedad de todo esto, algunos periódicos, como El Mundo o ABC decidieron abrir esta mañana con la desafortunada imagen del pañuelo palestino sobre los hombros de Zapatero. Los directivos de estos medios de comunicación han primado la crítica a Zapatero sobre la crítica a la barbarie que se está cometiendo al otro lado del Mediterráneo. La guerra no interesa, lo que importa es destruir al Gobierno a toda costa.

Realmente, la fotografía del presidente con la 'kufiya' es reprochable. Del líder de un gobierno se espera que mantenga una postura imparcial sobre un conflicto en el que no hay ni buenos ni malos absolutos. Su cargo institucional le obliga a mantenerse cauto ante cualquier actitud que pueda provocar un conflicto diplomático innecesario. Un presidente del Gobierno debe ser responsable y no actuar por impulsos, debe medir sus apariciones públicas para no parecer un político frívolo que no sabe controlar sus emociones. Ya pasó con la famosa foto en la que Maragall retrataba a Carod colocándose una corona de espinas, que fue vista como una burla a la cristiandad; o también en aquellas instantáneas en las que dirigentes ‘populares’ eran sorprendidos junto a jóvenes que portaban banderas españolas con aguilucho incluido. Los descuidos de este tipo no son propios de personas con representación institucional; son chiquilladas que no se pueden permitir.

Es criticable, por supuesto, y por tanto la denuncia de este tipo de actitudes tiene que tener su espacio en los medios de comunicación. Pero no como la noticia más destacada del día en detrimento de otras que reflejen la destrucción injustificada que está asolando Oriente Próximo. Es una simple cuestión de prioridades informativas y de jerarquización de los hechos según su gravedad. Zapatero ha tenido un descuido irresponsable al dejarse colocar la 'kufiya' en un acto público, pero eso no es más importante que los barrios destrozados de Beirut, el despliegue diplomático internacional o el terror que imprime Hizbulá sobre la población del norte de Israel. Cuando los medios de comunicación anteponen sus intereses ideológicos a los intereses públicos están fallando a los ciudadanos que buscan en ellos un relato de los acontecimientos ajustado a la realidad. Las luchas políticas, o incluso personales, de los medios de comunicación son tan reprochables como la actitud frívola de los políticos. Pero, claro, ya sabemos que el objetivo no es informar a la opinión pública, sino adoctrinarla.

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martes, julio 18, 2006

La razón abandona Oriente Próximo

Una familia de libaneses huye después de un ataque israelí,... otras muchas familias israelíes perdieron su casa a causa de la violencia de Hizbulá
¿Qué autoridad moral tiene Israel para pedir a Hizbulá que cese sus ataques cuando el Ejército sionista lleva décadas machacando a la sociedad civil y sus infraestructuras sin ningún pudor, cuando en nombre de la defensa propia lanza ataques indiscriminados contra la población libanesa? ¿Y cómo puede Hizbulá escudarse en el mandato divino para lanzar sus misiles contra el vecino Israel, desencadenando así un nuevo conflicto en la zona más caliente del planeta? ¿Es legítimo que una banda terrorista tenga representación en el gobierno de un país, tal y como ocurre en Líbano con Hizbulá? Ambos bandos tienen muy claro que la violencia con que amenazan a sus vecinos tiene una justificación. El Estado 'terrorista' israelí apela a la seguridad, pero no comprende que sus acciones contribuyen a desestabilizar todavía más el polvorín de Asia. Los terroristas libaneses se encomiendan a Alá para expulsar al infiel de la Tierra Prometida; la religión como excusa, una vez más. Hace tiempo que la lógica huyó de Oriente Próximo y no parece que vaya a volver. La irracionalidad impera en aquella parte del planeta,... y eso es lo que asusta.

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jueves, julio 06, 2006

Interlocutores repugnantes, pero necesarios

Para unos es la foto de la vergüenza; para otros, la foto de la esperanza

El PSE ha dado el paso más difícil y polémico desde que el presidente del Gobierno anunció el inicio de negociaciones con ETA: se ha reunido con Batasuna, la organización que lleva años dando amparo a los terroristas y actuando como caballo de Troya de los asesinos en el Estado de Derecho, en su calidad de brazo político de ETA. Frente a frente, el socialista Patxi López ha compartido mesa con el batasuno Arnaldo Otegi, el personaje que se ha negado sistemáticamente a condenar la violencia etarra y que ha ejercido de altavoz de sus intereses sin mostrar un ápice de consideración hacia sus víctimas. Es obvio, los interlocutores que ha escogido el PSE esta mañana son cómplices del terrorismo. Sin embargo, eso no convierte a los socialistas vascos en cómplices, ni en traidores de las víctimas, ni en destructores del Estado de derecho, por nombrar algunas de las acusaciones más repetidas desde amplios sectores de la sociedad y la clase política. Simple y llanamente, por mucho que a esos sectores les duela, les ofenda o les moleste, la cita con Batasuna es un paso indispensable para alcanzar el fin de la violencia. Ellos son el problema y sin ellos sería imposible llegar a una solución duradera.

Gran parte de la derecha sociológica de este país, alentada por el Partido Popular, que a su vez está alentado por los radicales que hablan desde la cadena Cope y similares, ha desechado la idea del diálogo como solución al conflicto, con el pretexto de que es una traición a las víctimas que han dado su vida por defender la democracia en el País Vasco. El sentimiento de las víctimas es totalmente comprensible, el dolor sufrido les impide ver más allá, a todos nos ocurriría igual. Es de suponer que las víctimas que están a favor de una solución dialogada tendrán el mismo sentimiento de repugnancia hacia los que hoy se han convertido en interlocutores de los socialistas. La diferencia está en que unos actúan desde el odio y el deseo de venganza, mientras los otros creen que la mejor forma de resarcirse por su dolor es evitar que continúen habiendo víctimas en el futuro. Esa es la intención del Gobierno y el PSE en el camino emprendido; el resto de teorías no son más que especulaciones y falacias organizadas con el objetivo de manipular el dolor y desgastar al Gobierno.

Es de suponer que Patxi López no ha disfrutado con su encuentro con Otegi, pero la resolución de problemas de tal envergadura requiere de métodos que no siempre son plato de buen gusto. La conversación con el líder político de los asesinos es uno de ellos. ¿Cómo si no se puede llegar al fin del terrorismo abertzale? ¿Con la fuerza? Por supuesto, la actuación de las fuerzas de seguridad es imprescindible para perseguir a los criminales. ¿Con la ley? Por supuesto, la aplicación implacable de la legalidad es el medio para que se respeten los derechos humanos, entre ellos la libertad y la integridad física y psicológica. Estas dos vías ya se han utilizado, y nos han llevado al escenario actual de debilidad de ETA; y siguen estando vigentes como lo demuestran las últimas intervenciones policiales y judiciales.

Pero en este punto ha llegado el momento de que el Gobierno aporte otro tipo de soluciones; ha llegado el momento del diálogo para hacerles ver que su objetivo es imposible y que su único destino es entrar en la legalidad apartándose de los medios violentos. Eso no es traición ni humillación, es afrontar los problemas con decisión. Y, para esta empresa, es imprescindible que la izquierda abertzale forme parte del proceso, porque ni la fuerza ni la legalidad por sí solas conseguirían nunca apartarlos de sus ideas independentistas radicales. Hagamos que abandonen la radicalidad, que defiendan sus sentimientos como lo hacen todos los demócratas. Con el diálogo.

Por cierto, señor Rajoy, ¿qué es eso de que Zapatero no representa ni al Estado ni a los ciudadanos en este proceso? La mayoría de los españoles se siente representada por el Gobierno en este asunto: así lo demuestran las encuestas y la resolución de mayo de 2005 en el Parlamento, votada por todos los partidos menos el PP. No olvide que la legitimidad de los políticos emana de la soberanía popular, que reside de forma efectiva en el Parlamento, además de estar amparada por la opinión de los ciudadanos reflejada en las encuestas. Le vendría bien recordar estas cosas cuando vuelva a intentar deslegitimar al Estado y cuando vuelva a pretender infravalorar la decisión de los ciudadanos.

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lunes, julio 03, 2006

Qué triste, señor Aznar...

Aznar ha traspasado la línea de la decencia. En realidad, no nos pilla por sorpresa. Ya sabemos de lo que es capaz la derecha en este país con tal de crispar el ambiente y desestabilizar al Gobierno y, de paso, al Estado. Pero hemos llegado a un punto en el que todo vale. Es muy triste oir decir a un ex presidente del Gobierno que el Ejecutivo de su país y la banda terrorista que ha asesinado a un millar de españoles "caminan juntos". Ya lo dijo Acebes y se le recriminó por ello. Ahora salta su “maestro” con unas declaraciones en la misma línea, mientras desde los círculos de la derecha se alientan semejantes barbaridades.

Es muy triste que se acuse de complicidad con los terroristas a un partido que ha perdido a muchos de sus compañeros a manos de esos asesinos. Es también muy triste que se hable en nombre de todas las víctimas para rechazar una solución dialogada a la lacra del terrorismo etarra, pero más triste todavía es que se hagan semejantes acusaciones con el objetivo de conseguir el poder o por el resentimiento de haberlo perdido. Es triste, y además irresponsable, que se dé por vencedora a la banda terrorista sobre el Estado nada más comenzar un proceso que debería finalizar con el fin de la violencia etarra.

Decir que ETA “va ganando la partida” y que Zapatero “está dispuesto a aceptar sus condiciones” es darle alas a los violentos para que piensen que pueden vencer en sus objetivos, para que crean que el chantaje ha surtido efecto. Si alguien refuerza a los etarras no es el Gobierno con su diálogo con ellos; es el PP con su política destructora quien debilita al Estado y, por lo tanto, su capacidad para hacer frente a la banda terrorista. ¿Tan difícil es ponerse del lado de la inmensa mayoría de los españoles para caminar juntos en un proceso que nos beneficiaría a todos? ¿O es que no piensan en el bien común? ¿O es que es más importante desgastar al Gobierno que a ETA? Qué triste, señor Aznar... ¿Qué será lo siguiente? Todo es posible cuando se pierde la decencia. Mal vamos por este camino. ¿Qué hemos hecho los españoles para merecer este tipo de políticos?

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jueves, junio 29, 2006

Tiempo de incógnitas

Zapatero ha apurado el mes de junio para hacer la declaración oficial del inicio de negociaciones con la banda terrorista ETA. No lo ha hecho ante el Congreso, como había prometido, sino ante los medios de comunicación, en un intento por evitar el rechazo que, obviamente, se iba a encontrar desde los escaños de la derecha. Un rechazo que podría empañar el proceso antes de comenzar. Su discurso no ha contenido sorpresas, refleja las mismas ideas que ha venido defendiendo el Gobierno desde que en 2005 pidió el apoyo del hemiciclo a su proyecto para acabar con el terrorismo de ETA mediante la vía del diálogo.

Lo más destacable de su anuncio es algo que ya sabíamos: el Gobierno hablará con ETA de la disolución de la banda y, por tanto, de las condiciones en que se llevará a cabo el desarme y el futuro de los presos; las negociaciones políticas quedarán reservadas para los representantes de la voluntad popular, esto es, los partidos políticos que configuran el Parlamento vasco. Aquí surge la primera duda. Ante la cercanía de las elecciones municipales del próximo año, la pregunta que queda en el aire es: ¿también Batasuna pasará a formar parte de ese parlamento desde el año que viene? Ahí está el meollo de la cuestión.

Por los pasos dados hasta ahora por el Gobierno y los partidos vascos, fundamentalmente el PSE, todo hace indicar que durante este verano habrá varias reuniones con Batasuna que finalizarían con su legalización. O, dicho con el lenguaje gubernamental, hacer que Batasuna entre en la legalidad. Es decir, que no se legalizaría al brazo político de ETA gratuitamente, sino que su vuelta a la política estaría condicionada a los parámetros que exige la legalidad, que, según la declaración de Zapatero, seguirá siendo la Ley de Partidos.

El rechazo del PP y de una gran parte de la sociedad a la negociación reside en este punto. No aceptan que Batasuna participe en el proceso hasta que ETA no haya desaparecido definitivamente, teniendo en cuenta que los abertzales siguen sin condenar la violencia etarra y defienden la lucha armada como un medio legítimo para conseguir sus objetivos. De hecho, el miembro batasuno Pernando Barrena no se ha desmarcado de ETA en sus últimas apariciones públicas, la última de ellas en una entrevista con Gabilondo. "Así no se puede hablar", dice el PP. "Hablaremos con ellos para que abandonen esa actitud", contesta el PSOE. En realidad ambas posiciones son legítimas, sólo varía un matiz: la primera se basa en la inactividad política y la segunda parte de la idea de que para cambiar las cosas hay que intentarlo.

Dos cosas llaman la atención de la comparecencia presidencial: la promesa de que "la democracia no va a pagar ningún precio político por la paz" y la garantía de que el Gobierno "respetará las decisiones de los ciudadanos vascos que adopten libremente", eso sí, siguiendo "los procedimientos legales y los métodos democráticos". Con la negación del precio político se pretende dejar claro que el Estado no va a aceptar el chantaje al que viene sometiéndonos ETA desde hace cuarenta años. Esperemos que así sea, porque lo contrario sería una humillación, no sólo a las víctimas, también al conjunto de la sociedad.

Sobre la segunda de las claves, hay quien ha interpretado que el presidente está concediendo la posibilidad de brindar el derecho de autodeterminación que tanto propugna Batasuna. Sin embargo, es altamente improbable que se conceda tal derecho; más bien puede estar refiriéndose a que, en las próximas elecciones, los ciudadanos tendrán la posibilidad de votar por la izquierda abertzale, actualmente sin representación tras la ilegalización de Batasuna. Pero para ello es imprescindible que los abertzales se constituyan en una formación legal que se desvincule expresamente de la violencia.

Se avecina un verano cargado de acontecimientos, de avances y de retrocesos, que posiblemente culmine en la legalización de otra Batasuna. Ahora todo son incógnitas. Por eso, desde el Gobierno deben andar con paso firme para evitar caer en las trampas que, seguramente, pondrán los etarras y su entorno en el camino hacia la paz. No olvidemos que enfrente tendremos a una banda terrorista y que contra sus pistolas nuestra mejor arma es el Estado de Derecho. Debe quedarles bien claro que si no aceptan la ley, la ley no les aceptará a ellos.

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miércoles, junio 28, 2006

¡¡Sí, sí, sí, volvemos a Madrid!!

España no se lo esperaba, pero volvió a pasar La Selección española vuelve a casa a la primera de cambio. Una vez más, la euforia ha dejado paso a la decepción, añadiendo un nuevo hito para recordar en nuestro tradicional historial del fatalismo: el Mundial de Alemania 2006. Resulta curiosa la facilidad con la que los españoles pasamos del llanto a la risa, y de nuevo al llanto, con todo lo que rodea a la selección. Llegamos a Alemania con un sentimiento nacional de escepticismo hacia la labor que iban a desempeñar los jugadores. Nadie apostaba un duro por este Mundial, pero cuando nos sentamos frente al televisor para ver el debut contra Ucrania las cosas cambiaron. Los jóvenes futbolistas pasaron de ser villanos a héroes, los que hacía unas horas criticaban a los jugadores españoles ahora se volvían sus máximos defensores. Al día siguiente ya nos veíamos jugando la final en Berlín, nos vanagloriábamos porque nuestro equipo ocupaba todas las portadas deportivas del mundo, y el 'a por ellos, oé' suplantó a la Marcha Real como himno nacional.

Después de un 4-0 a Ucrania y de los halagos internacionales no era para menos, nos colocaban en la élite del fútbol mundial. Pasamos del pesimismo a la euforia en sólo 90 minutos, mientras los medios de comunicación atizaban la llama del triunfalismo, algo lógico si tenemos en cuenta que su labor es agitar la expectación para mantener viva la atención de la afición. Y lo consiguieron: la llamada ‘marea roja’ se extendió por todas las plazas de España y la bandera bicolor ondeaba sin complejos en los balcones de todo el país. Las televisiones han explotado al máximo el paso de España por el Mundial, sobre todo la Cuatro, que llegó a la competición por la puerta de atrás y ha conseguido desbancar a la Sexta en los niveles de audiencia. La televisión de Polanco ha sabido canalizar el entusiasmo de los españoles, hasta el punto de convertir la plaza de Colón, con su pantalla gigante, en punto de encuentro obligado para celebrar los triunfos de la selección. Cuatro arrasó, mientras cruzaba los dedos para que España siguiera exhibiendo su fútbol en Alemania.

Después llegó el turno de enfrentarse a dos selecciones que, a priori, no debían dar muchos problemas. Se preveían goleadas similares a la de Ucrania, pero Túnez y Arabia pusieron en un serio aprieto a los de Luis Aragonés. A los primeros se les ganó después de una remontada que se calificó como épica desde las ondas, en uno de esos intentos por construir afición. Frente a los segundos se jugó un partido soporífero que no convenció a nadie. Pero, qué más daba, estábamos en cuartos, e invictos. Nos íbamos a comer a Francia y a quien se pusiera por delante, se llamara Brasil o se llamara Argentina. Nunca antes la Selección había creado tanta expectación entre los españoles, así que era de prever que el partido contra los franceses iba a pulverizar los records de audiencia. Finalmente, doce millones de personas vieron la despedida de España del Mundial, muchos millones de españoles que se levantaron creyéndose campeones del mundo y se acostaron sabiéndose eliminados o, peor aún, humillados por el vecino del norte.

“Siempre pasa lo mismo”, “a esperar otros cuatro años”, “el fútbol es así”,… las mismas palabras que llevamos repitiendo durante décadas volvieron a surgir. Sin embargo, de todos los fracasos hay que sacar lecciones positivas, y en esta ocasión se puede extraer una lectura que va más allá de lo puramente deportivo. Y es que durante estos días toda España ha estado unida en su atención a lo que ocurría en Alemania, demostrando que las diferencias entre los españoles se pueden aparcar durante unos instantes para contribuir, todos a una, al logro de un mismo objetivo. Con eso me quedo. Y con lo bien que nos lo hemos pasado. Mi vida seguirá igual, supongo que la vuestra también, así que, qué mas da, nos hemos divertido. A por ellos, oé,… a por ellos, oé!!

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