miércoles, enero 11, 2006

A golpes con la lengua


Comienzo esta reflexión planteando una pregunta que, últimamente, me viene a la cabeza cada mañana cuando leo la prensa: ¿por qué nuestros políticos se empeñan en enfrentar a los ciudadanos utilizando nuestras identidades culturales como arma arrojadiza?

Llevo varias semanas indignado con el dichoso Estatut, por la cerrazón de unos a los cambios y por las desmesuradas aspiraciones de los otros. Y, como siempre, en medio se encuentran los ciudadanos, que no entienden de qué va la cosa pero que apoyan ciegamente la postura que defiende su partido político o los argumentos que proclama la emisora que escuchan por las mañanas. Total, que con esto del Estatut estamos asistiendo a un espectáculo de manipulación nacional, al que todos estamos invitados y en el que parece que todos queremos participar.

Pensaba que después de la infinidad de debates sobre el tema estaba inmunizado, que ya nada me podía indignar. Pero estaba equivocado. Cuando parecía que ya nada me podía sorprender, aparece un nuevo motivo de conflicto entre castizos y catalanes: la lengua.

Y es que a la Generalitat se le ha ocurrido una idea para fomentar el uso del catalán. No es una idea sin más, sino que se trata de una idea nefasta. Según el nuevo ingenio, todas las personas que vivan en Cataluña tendrán el deber, la obligación, de aprender a hablar en la lengua de Pompeu Fabra y Eugeni d'Ors. Atención, no el derecho, sino la obligación.

El conocimiento del idioma del territorio donde se habita es esencial para la integración en esa sociedad. Pero las imposiciones nunca son positivas. Esta medida recuerda a aquellos años en los que los catalanes no podían utilizar su lengua en público porque las autoridades obligaban a hablar en castellano, con lo que sufrieron la amputación de una parte muy importante de su identidad cultural.

Quizá, los dirigentes catalanes actuales (los dirigentes, no los ciudadanos, que ya comienzan a aborrecer a sus políticos) buscan con esta medida una forma de venganza contra aquellos cuarenta años de censura. Pero es que no se puede reparar un daño mediante los mismos métodos que utilizaba el anterior verdugo.

Es un error que no conduce a ningún sitio, que sólo contribuye a acrecentar la espiral de odio y rencor entre los españoles. La lengua no se puede imponer. De hecho, con esta acción se consigue el efecto contrario al deseado: en lugar de interés se provoca rechazo. Y la lengua no tiene la culpa de los desvaríos de unos políticos con aires de grandeza.

Así que, pónganse a trabajar, señores dirigentes, y dejen de jugar con las emociones de los ciudadanos con la única intención de arrancar unos míseros votos.

2 comentarios:

Jose M. Sánchez "Daze" dijo...

El caso es que ni los propios políticos se ponen de acuerdo para defender sus posturas a favor o en contra del Estatut. Todo el mundo reconoce que Cataluña tiene ciertos aspectos que le diferencian de los demás, pero también las tienen otras comunicadades como Andalucía o Murcia. Entiendo el planteamiento catalanista pero es muy egoista, por ejemplo, lo que están defendiendo con lo de la autofinanciación. Hay que ser mas solidarios, pienso yo.

Jose M. Sánchez "Daze" dijo...

Actualiza tio, que con lo bien que redactas y lo interesante de tus comentarios deberías escribir más.