No sé si el Gobierno estará hablando con ETA. Tampoco sé si Zapatero está dispuesto a hacer concesiones a los asesinos. No sé si el final de la banda terrorista está próximo o si están jugando al gato y el ratón. No conozco las informaciones de las que dispone el Ejecutivo para confiar en que ETA está dando sus últimos coletazos. En definitiva, no tengo la más mínima idea sobre qué estarán tramando los etarras en sus escondrijos, ni sobre cómo piensa resolver el Gobierno el conflicto vasco. Pero, a pesar de todas estas incertidumbres, una cosa está clara: la obligación de un presidente del Gobierno es intentar acabar con ETA, y si para ello es necesario hablar con los asesinos, pues se habla, ¿por qué no?
No lo tienen tan claro en el Partido Popular, que con su discurso catastrofista han difundido entre la sociedad la idea de que es inadmisible abrir una negociación con los etarras. Han criminalizado el diálogo, haciéndonos creer que el problema de ETA sólo se puede solucionar por la fuerza del Estado. No tienen el menor remordimiento al decir, por boca de sus pit-bulls Acebes y Zaplana, que Zapatero está más cerca de los terroristas que de las víctimas y la sociedad española. Le vapulean porque intenta cumplir con su cometido, porque quiere acabar con una de las lacras de nuestra joven democracia. Pero yo, como ciudadano, exigo al presidente que hable con ETA; si ésa es la forma de hacerles desaparecer, que hable con ellos.
La estrategia de acoso y derribo al Gobierno que está desarrollando la derecha española desde que perdieron las elecciones de 2004 ha llegado ya a un punto que sonroja de sólo pensarlo. Ahora se permiten frivolizar sobre un tema que tanto afecta al país, despliegan todas sus artes carroñeras para ganar unos cuantos votos a costa de la unidad contra el terrorismo. Lo nunca visto en nuestra democracia. No hace falta recordar que, en las sucesivas legislaturas políticas, la oposición siempre ha trabajado codo con codo con el Gobierno de turno para acabar con la banda. Pero desde hace dos años el juego limpio ha sido desterrado de la política española. Ahora todo vale.
La oposición está dinamitando el proceso de paz que el Gobierno ha abierto con ETA. Cada declaración de los sabuesos de Rajoy supone un obstáculo que el Ejecutivo tiene que sortear, haciendo más difícil todavía el diálogo con los terroristas. Mientras el Gobierno pide prudencia, la oposición utiliza cualquier motivo para desgastarle, sin tener en cuenta que el final de ETA requiere de un Gobierno fuerte y de una oposición leal en asuntos de Estado. Sin estas condiciones, nunca se llegará a una solución. ¿O quizá no les interesa que sea Zapatero quien resuelva este conflicto? Todo puede ser con una oposición que, en repetidas ocasiones, ha dado muestras de su amoralidad.
La última desvergüenza ocurrió hace apenas una semana, con la instrumentalización de las víctimas del terrorismo durante su congreso celebrado en Valencia. El Partido Popular no ha dudado en utilizar el dolor de los afectados para lograr sus réditos electorales. Los “populares” se parapetan tras las víctimas para dar a su discurso un valor moral, apareciendo ante la opinión pública como los salvadores del país y los afligidos, frente a la claudicación del Gobierno ante los terroristas y los separatistas. El clásico discurso del miedo unido esta vez a la táctica del victimismo. Una estrategia tan infalible como repugnante.
Aunque suene políticamente incorrecto, en este asunto las víctimas no tienen mucho que decir. Su dolor, su rencor, les ciega, como cegaría a cualquier persona que tuviera que atravesar por su experiencia. La lucha contra el terrorismo necesita cabezas frías, no se pueden tomar decisiones desde el corazón, no se puede gestionar este proceso desde la pasión. Son el Gobierno, las fuerzas de seguridad, las instituciones estatales y las fuerzas políticas quienes tienen que decidir la forma en que se alcanza la paz, no las víctimas. A estas alturas, el mensaje del PP ha calado tanto en la sociedad que alguno se estará echando las manos a la cabeza al leer esto. Pero es que es así, es algo obvio, en un proceso tan complicado la prudencia y la frialdad son dos valores fundamentales. Valores de los que las víctimas carecen por definición.
Lo grave es que el Partido Popular está aplicando aquí su clásica historia de buenos y malos, donde el Gobierno es el ente pérfido causante de todos los males de España, que conspira con separatistas y asesinos para acabar con la unidad del país. Suena ridículo, pero es su mensaje. Y es que han puesto en marcha una estrategia peligrosa e irresponsable, que de momento les está saliendo bien, como demuestran las encuestas, pero a la larga puede destrozar cualquier posibilidad de que ETA deje las armas. Sería un grave error que nadie les perdonaría. Otro más.
domingo, febrero 19, 2006
¿Y por qué no?
Publicado por Mario Toledo en 20:10
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1 comentario:
El problema en este país es que los dos grandes partidos (especialmente el Partido Popular) se cierran a colaborar e ir en la misma dirección. Es cierto que ha habido apuestas firmes y ejemplos, pero últimamente los "populares" dicen que NO al unísono por regla general a lo que hace el Gobierno. Es su papel, de acuerdo, pero que luego no vayan predicando que necesitan volver al Pacto Antiterrorista...
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