lunes, julio 31, 2006

Que decida el Constitucional

El Estatut todavía va a dar que hablar. Cuando pensábamos que ya estaba todo debatido, aprobado y sancionado llega el recurso del Partido Popular ante el Tribunal Constitucional. No está todo dicho sobre la norma que elaboró el Parlamento de Cataluña, que retocó el Gobierno con la ayuda de CiU, que votó el Congreso sin el aval del PP y que apoyó la "mayoría" del pueblo catalán en aquel fracaso de referéndum. Ahora el Constitucional tiene la última palabra sobre un texto que ha hecho resurgir el enfrentamiento entre las dos Españas y que ha abierto el debate sobre el camino hacia el que se dirige el modelo territorial de España. Para los tremendistas, España se rompe, así, sin más; para el resto, es un avance del Estado de las Autonomías hacia un modelo más federal, que permitirá que las regiones alcancen mayores cotas de desarrollo para el beneficio común.

En su discurso, los fatalistas olvidaban premeditadamente que la democracia española tiene resortes para evitar esa ruptura que tanto pregonaban. El Constitucional es una de las herramientas más valiosas para ello. Por eso es necesario, y obligado, que el Estatut atraviese ese trámite. Por ello, me alegra poder decir, después de mucho tiempo, que el PP ha ejercido de forma responsable su labor de oposición. Que ya era hora. Ahora yo me pregunto: ¿el PP respetará la decisión del tribunal si no encuentra el rastro de inconstitucionalidad que denuncia? ¿O dirá que el Constitucional también está dentro de la conspiración zapateril que se propone romper España? En fin, que decida el Constitucional, que limpie lo que tenga que limpiar, y todos contentos con nuestra España unida en la diversidad. Como ven, aquí nada se rompe y nadie puede romper nada unilateralmente.

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miércoles, julio 26, 2006

Llámame antisemita si te hace feliz

La imagen habla por sí sola... sobran las palabras
Aun a riesgo de que me tachen de antisemita, voy a denunciar las atrocidades que está cometiendo Israel en su lucha contra la milicia Hezbolá. La última pieza de esta barbarie llega en forma de bomba contra cuatro observadores de la ONU: deliberado o no, es un asesinato. Es lógico que Israel quiera combatir a los terroristas que se dedican a lanzar cohetes sobre sus poblaciones y a secuestrar a sus ciudadanos. Todos estamos de acuerdo en la condena a las acciones que comete Hezbolá. Sin embargo, la diferencia se encuentra entre quienes justifican la respuesta de Israel amparándose en la defensa propia y quienes aborrecemos la sangría desmedida que están llevando a cabo en su intento por destruir a Hezbolá.

Los 'daños colaterales' no son justificables de ningún modo. La población libanesa que está muriendo bajo las armas de Israel, que ha perdido sus casas y sus formas de vida, no es responsable de las acciones ejecutados por los terroristas, ni del ansia expansionista que ha caracterizado a Israel desde su surgimiento como país, ni de los errores cometidos por la comunidad internacional cuando encendieron la mecha del conflicto al organizar un mal reparto de la zona,... Quizá me llamaréis antisemita, pero nunca dejaré de denunciar lo que me dicta el sentido común: el ataque a la población civil nunca está justificado; si no pueden desarrollar una guerra limpia que no la empiecen; que busquen estrategias militares efectivas contra los culpables pero inocuas para los ciudadanos; que pidan perdón por sus errores en lugar de justificarlos; y que no se escuden en la seguridad para atentar contra los derechos humanos, porque eso, señores de la guerra, crea más inseguridad. Por cierto, ¿alguien puede decirme por qué defender los derechos humanos de los libaneses es un síntoma de antisemitismo?

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lunes, julio 24, 2006

¿Es posible una alianza de civilizaciones?



Pocas preguntas tienen tanta carga de escepticismo como la que encabeza este artículo. La Humanidad está acostumbrada a la guerra desde que apareció sobre la faz de la Tierra. Desde que tenemos conciencia de nuestra historia no recordamos ningún momento de paz absoluta. Más bien al contrario, la violencia es uno de los signos identificadores de nuestra especie, a pesar de que tenemos eso que llaman razón. Una virtud que no utilizamos mucho. Con estos antecedentes no es de extrañar que la respuesta más común a tal pregunta sea un contundente “no”. Ahora, las noticias que nos llegan últimamente desde el avispero de Oriente Próximo sólo contribuyen a aumentar el pesimismo generalizado sobre el futuro de la convivencia humana. No hay esperanza, es así de crudo. ¿Es posible una alianza de civilizaciones? A día de hoy, comparto la opinión del 90% de la sociedad: Me temo que no.

La idea de un pacto entre las diversas, y diferentes, culturas del mundo que suponga la sustitución de los enfrentamientos por el diálogo y la cooperación, con el fin de llegar a una convivencia basada en unas reglas mínimas comunes que respeten todas las ideologías y costumbres sociales de esas civilizaciones es una idea utópica en sí misma. Una ilusión, un deseo, un sueño y, por tanto, un espejismo que no es real. Ya lo dijo Hobbes con su famosa cita: “El hombre es un lobo para el hombre”. Así ha sido siempre y no parece que hayamos encontrado el camino para que deje de serlo.

Quizá la propuesta del presidente Zapatero sea un buen comienzo para andar en la buena dirección. La Alianza de Civilizaciones patrocinada por el Gobierno español, con Turquía como compañero más comprometido, ya está en la ONU, donde un Grupo de Alto Nivel se está encargando de dar forma real a esta utopía. Su misión no es fácil, no basta con estar cargada de buenas intenciones. Desde que Huntington vaticinó que las relaciones internacionales en el siglo XXI estarían marcadas por el choque de civilizaciones los hechos no han hecho más que darle la razón. El bloque de Occidente está en guerra permanente con el bloque musulmán, y viceversa, en una lucha tanto dialéctica como de fuerza bruta. Terrorismo islamista, crisis de las caricaturas de Mahoma, tensión nuclear con Irán, conflicto entre Israel y sus vecinos, racismo y xenofobia… todo obedece a un mismo patrón: la falta de entendimiento entre los occidentales y los musulmanes.

La mayor crítica al proyecto reside en el hecho de que, por lo general, los países del mundo musulmán están controlados por regímenes teocráticos que basan su legalidad en la interpretación radical de los mandamientos divinos. Su mundo se puede asimilar a aquel que rigió a Europa durante la Edad Media, cuando la Iglesia era más poderosa que las monarquías. Sus preceptos llevados al extremo chocan con los derechos universales adoptados, a veces sólo en teoría, por las sociedades occidentales. Desde Occidente se dice que son ellos quienes tienen que acercarse a nosotros, mientras la comunidad musulmana ve en los occidentales al enemigo opresor e infiel. Seguramente, los dos bloques tienen algo de razón. Pero no se atisba ninguna forma eficaz para que se llegue a un entendimiento. No hay fórmulas magistrales. Recordemos a Hobbes.

La vicepresidenta De la Vega animaba ayer en Alicante a los jóvenes socialistas para que reclamaran el diálogo entre las civilizaciones como reacción ante “la alternativa agónica del choque de civilizaciones”. Ojalá fuera así. Pero estaríamos hablando de otro mundo. Haría falta una debacle global de consecuencias espantosas para que esa idea tomara cuerpo en las mentes de los miles de millones de seres humanos, por eso de que no reaccionamos hasta que no tenemos el problema encima. Algo así pasó con la creación de la ONU como organismo supranacional de intermediación en conflictos después del horror vivido entre la primera y la segunda guerras mundiales. De las cenizas surgió una esperanza. Pero nos volverá a pasar, y quizá la solución será una alianza de civilizaciones. Ahora no es posible. Aunque, eso sí, hay que intentarlo. Me resisto a perder la esperanza.

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viernes, julio 21, 2006

Cuando un pañuelo vale más que 330 muertos

Esta imagen ha eclipsado la barbarie de Oriente Próximo. Uno de los jóvenes puso el pañuelo palestino sobre los hombros de Zapatero para fotografiarse con él; unos segundos después ya se lo había quitado
Oriente Próximo amanece cada día con el sonido de las alarmas antiaéreas a uno y otro lado de la frontera entre Líbano e Israel. Los misiles israelíes cruzan hacia Líbano, mientras los cohetes de Hizbulá lo hacen hacia el país sionista. Trescientos muertos en un lado y una treintena en el otro, cuando se cumple una semana de la escalada militar en la zona. Los desplazados por la nueva guerra en el tablero de Oriente Próximo superan ya el medio millón. La comunidad internacional intenta buscar una solución a la barbarie creada por la construcción artificial de fronteras y la radicalización del sentimiento religioso. La zona más caliente del planeta se tambalea, con la amenaza constante de que el conflicto se esparza por todos los países de su entorno. Así está Oriente Próximo a día de hoy. Muertos, desplazados, damnificados, destrucción de infraestructuras, odios, venganzas, radicalismos,… Pero, a pesar de la gravedad de todo esto, algunos periódicos, como El Mundo o ABC decidieron abrir esta mañana con la desafortunada imagen del pañuelo palestino sobre los hombros de Zapatero. Los directivos de estos medios de comunicación han primado la crítica a Zapatero sobre la crítica a la barbarie que se está cometiendo al otro lado del Mediterráneo. La guerra no interesa, lo que importa es destruir al Gobierno a toda costa.

Realmente, la fotografía del presidente con la 'kufiya' es reprochable. Del líder de un gobierno se espera que mantenga una postura imparcial sobre un conflicto en el que no hay ni buenos ni malos absolutos. Su cargo institucional le obliga a mantenerse cauto ante cualquier actitud que pueda provocar un conflicto diplomático innecesario. Un presidente del Gobierno debe ser responsable y no actuar por impulsos, debe medir sus apariciones públicas para no parecer un político frívolo que no sabe controlar sus emociones. Ya pasó con la famosa foto en la que Maragall retrataba a Carod colocándose una corona de espinas, que fue vista como una burla a la cristiandad; o también en aquellas instantáneas en las que dirigentes ‘populares’ eran sorprendidos junto a jóvenes que portaban banderas españolas con aguilucho incluido. Los descuidos de este tipo no son propios de personas con representación institucional; son chiquilladas que no se pueden permitir.

Es criticable, por supuesto, y por tanto la denuncia de este tipo de actitudes tiene que tener su espacio en los medios de comunicación. Pero no como la noticia más destacada del día en detrimento de otras que reflejen la destrucción injustificada que está asolando Oriente Próximo. Es una simple cuestión de prioridades informativas y de jerarquización de los hechos según su gravedad. Zapatero ha tenido un descuido irresponsable al dejarse colocar la 'kufiya' en un acto público, pero eso no es más importante que los barrios destrozados de Beirut, el despliegue diplomático internacional o el terror que imprime Hizbulá sobre la población del norte de Israel. Cuando los medios de comunicación anteponen sus intereses ideológicos a los intereses públicos están fallando a los ciudadanos que buscan en ellos un relato de los acontecimientos ajustado a la realidad. Las luchas políticas, o incluso personales, de los medios de comunicación son tan reprochables como la actitud frívola de los políticos. Pero, claro, ya sabemos que el objetivo no es informar a la opinión pública, sino adoctrinarla.

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martes, julio 18, 2006

La razón abandona Oriente Próximo

Una familia de libaneses huye después de un ataque israelí,... otras muchas familias israelíes perdieron su casa a causa de la violencia de Hizbulá
¿Qué autoridad moral tiene Israel para pedir a Hizbulá que cese sus ataques cuando el Ejército sionista lleva décadas machacando a la sociedad civil y sus infraestructuras sin ningún pudor, cuando en nombre de la defensa propia lanza ataques indiscriminados contra la población libanesa? ¿Y cómo puede Hizbulá escudarse en el mandato divino para lanzar sus misiles contra el vecino Israel, desencadenando así un nuevo conflicto en la zona más caliente del planeta? ¿Es legítimo que una banda terrorista tenga representación en el gobierno de un país, tal y como ocurre en Líbano con Hizbulá? Ambos bandos tienen muy claro que la violencia con que amenazan a sus vecinos tiene una justificación. El Estado 'terrorista' israelí apela a la seguridad, pero no comprende que sus acciones contribuyen a desestabilizar todavía más el polvorín de Asia. Los terroristas libaneses se encomiendan a Alá para expulsar al infiel de la Tierra Prometida; la religión como excusa, una vez más. Hace tiempo que la lógica huyó de Oriente Próximo y no parece que vaya a volver. La irracionalidad impera en aquella parte del planeta,... y eso es lo que asusta.

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jueves, julio 06, 2006

Interlocutores repugnantes, pero necesarios

Para unos es la foto de la vergüenza; para otros, la foto de la esperanza

El PSE ha dado el paso más difícil y polémico desde que el presidente del Gobierno anunció el inicio de negociaciones con ETA: se ha reunido con Batasuna, la organización que lleva años dando amparo a los terroristas y actuando como caballo de Troya de los asesinos en el Estado de Derecho, en su calidad de brazo político de ETA. Frente a frente, el socialista Patxi López ha compartido mesa con el batasuno Arnaldo Otegi, el personaje que se ha negado sistemáticamente a condenar la violencia etarra y que ha ejercido de altavoz de sus intereses sin mostrar un ápice de consideración hacia sus víctimas. Es obvio, los interlocutores que ha escogido el PSE esta mañana son cómplices del terrorismo. Sin embargo, eso no convierte a los socialistas vascos en cómplices, ni en traidores de las víctimas, ni en destructores del Estado de derecho, por nombrar algunas de las acusaciones más repetidas desde amplios sectores de la sociedad y la clase política. Simple y llanamente, por mucho que a esos sectores les duela, les ofenda o les moleste, la cita con Batasuna es un paso indispensable para alcanzar el fin de la violencia. Ellos son el problema y sin ellos sería imposible llegar a una solución duradera.

Gran parte de la derecha sociológica de este país, alentada por el Partido Popular, que a su vez está alentado por los radicales que hablan desde la cadena Cope y similares, ha desechado la idea del diálogo como solución al conflicto, con el pretexto de que es una traición a las víctimas que han dado su vida por defender la democracia en el País Vasco. El sentimiento de las víctimas es totalmente comprensible, el dolor sufrido les impide ver más allá, a todos nos ocurriría igual. Es de suponer que las víctimas que están a favor de una solución dialogada tendrán el mismo sentimiento de repugnancia hacia los que hoy se han convertido en interlocutores de los socialistas. La diferencia está en que unos actúan desde el odio y el deseo de venganza, mientras los otros creen que la mejor forma de resarcirse por su dolor es evitar que continúen habiendo víctimas en el futuro. Esa es la intención del Gobierno y el PSE en el camino emprendido; el resto de teorías no son más que especulaciones y falacias organizadas con el objetivo de manipular el dolor y desgastar al Gobierno.

Es de suponer que Patxi López no ha disfrutado con su encuentro con Otegi, pero la resolución de problemas de tal envergadura requiere de métodos que no siempre son plato de buen gusto. La conversación con el líder político de los asesinos es uno de ellos. ¿Cómo si no se puede llegar al fin del terrorismo abertzale? ¿Con la fuerza? Por supuesto, la actuación de las fuerzas de seguridad es imprescindible para perseguir a los criminales. ¿Con la ley? Por supuesto, la aplicación implacable de la legalidad es el medio para que se respeten los derechos humanos, entre ellos la libertad y la integridad física y psicológica. Estas dos vías ya se han utilizado, y nos han llevado al escenario actual de debilidad de ETA; y siguen estando vigentes como lo demuestran las últimas intervenciones policiales y judiciales.

Pero en este punto ha llegado el momento de que el Gobierno aporte otro tipo de soluciones; ha llegado el momento del diálogo para hacerles ver que su objetivo es imposible y que su único destino es entrar en la legalidad apartándose de los medios violentos. Eso no es traición ni humillación, es afrontar los problemas con decisión. Y, para esta empresa, es imprescindible que la izquierda abertzale forme parte del proceso, porque ni la fuerza ni la legalidad por sí solas conseguirían nunca apartarlos de sus ideas independentistas radicales. Hagamos que abandonen la radicalidad, que defiendan sus sentimientos como lo hacen todos los demócratas. Con el diálogo.

Por cierto, señor Rajoy, ¿qué es eso de que Zapatero no representa ni al Estado ni a los ciudadanos en este proceso? La mayoría de los españoles se siente representada por el Gobierno en este asunto: así lo demuestran las encuestas y la resolución de mayo de 2005 en el Parlamento, votada por todos los partidos menos el PP. No olvide que la legitimidad de los políticos emana de la soberanía popular, que reside de forma efectiva en el Parlamento, además de estar amparada por la opinión de los ciudadanos reflejada en las encuestas. Le vendría bien recordar estas cosas cuando vuelva a intentar deslegitimar al Estado y cuando vuelva a pretender infravalorar la decisión de los ciudadanos.

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lunes, julio 03, 2006

Qué triste, señor Aznar...

Aznar ha traspasado la línea de la decencia. En realidad, no nos pilla por sorpresa. Ya sabemos de lo que es capaz la derecha en este país con tal de crispar el ambiente y desestabilizar al Gobierno y, de paso, al Estado. Pero hemos llegado a un punto en el que todo vale. Es muy triste oir decir a un ex presidente del Gobierno que el Ejecutivo de su país y la banda terrorista que ha asesinado a un millar de españoles "caminan juntos". Ya lo dijo Acebes y se le recriminó por ello. Ahora salta su “maestro” con unas declaraciones en la misma línea, mientras desde los círculos de la derecha se alientan semejantes barbaridades.

Es muy triste que se acuse de complicidad con los terroristas a un partido que ha perdido a muchos de sus compañeros a manos de esos asesinos. Es también muy triste que se hable en nombre de todas las víctimas para rechazar una solución dialogada a la lacra del terrorismo etarra, pero más triste todavía es que se hagan semejantes acusaciones con el objetivo de conseguir el poder o por el resentimiento de haberlo perdido. Es triste, y además irresponsable, que se dé por vencedora a la banda terrorista sobre el Estado nada más comenzar un proceso que debería finalizar con el fin de la violencia etarra.

Decir que ETA “va ganando la partida” y que Zapatero “está dispuesto a aceptar sus condiciones” es darle alas a los violentos para que piensen que pueden vencer en sus objetivos, para que crean que el chantaje ha surtido efecto. Si alguien refuerza a los etarras no es el Gobierno con su diálogo con ellos; es el PP con su política destructora quien debilita al Estado y, por lo tanto, su capacidad para hacer frente a la banda terrorista. ¿Tan difícil es ponerse del lado de la inmensa mayoría de los españoles para caminar juntos en un proceso que nos beneficiaría a todos? ¿O es que no piensan en el bien común? ¿O es que es más importante desgastar al Gobierno que a ETA? Qué triste, señor Aznar... ¿Qué será lo siguiente? Todo es posible cuando se pierde la decencia. Mal vamos por este camino. ¿Qué hemos hecho los españoles para merecer este tipo de políticos?

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