Después de ver las imágenes difundidas por el dominical News of the World creo un poco menos en la superioridad moral de la que tanto nos gusta presumir a la “civilización” occidental. Las mentiras con las que se justificó la guerra de Irak hicieron mella en la credibilidad que se le suponía a nuestros dirigentes civilizados, las detenciones de musulmanes en el campo de concentración de Guantánamo (sí, no cárcel, campo de concentración) contribuyeron un poco más al desencanto hacia nuestros Estados de derecho, y las torturas de los militares americanos a presos iraquíes terminaron de decepcionarme como ciudadano occidental. Pero la crueldad enmascarada de nuestra sociedad democrática nunca deja de sorprenderme.
Llegan nuevas imágenes, más infames si cabe. Una panda de soldados británicos apalea con saña a varios jóvenes iraquíes, mientras se escuchan los gritos de los atacados suplicando clemencia. Patadas, puñetazos y empujones propinados por un grupo de personas que, según se encargan de publicitar, están en Irak en misión libertadora. Pero lo más escalofriante no es lo que se ve, sino lo que se oye. Se escuchan los gritos de júbilo del soldado que graba la paliza, gritos de aliento a sus compañeros, burlas hacia el sufrimiento de los muchachos, con una voz que estremece por la crueldad que encierra,… estaba disfrutando con el espectáculo. Y para más vergüenza, una decena de soldados se pasea impasible por delante de la dantesca escena, como si lo que estaba ocurriendo en ese cuartel fuera algo habitual, como si la integridad de los jóvenes no fuera responsabilidad suya.
Esta clase de animales deslegitiman a la sociedad occidental a marchas forzadas. Los valores de los que tanto alardeamos, de los que nos creemos poseedores únicos, están en entredicho una vez más. La justificación oficial de la guerra de Irak proclama que las fuerzas aliadas están allí para exportar los valores de la sociedad democrática con el fin de evitar que el terrorismo campe a sus anchas por Oriente Medio. Pero lo único que vemos es que la violencia se recrudece y que los militares occidentales se encomiendan a la ley del más fuerte.
Nuestro orgullo como civilización se pone de nuevo de frente a la cruda realidad. Somos capaces de crear sistemas democráticos más justos, se nos llena la boca con nuestros avances en libertades y derechos, vamos de buenos samaritanos por el mundo, imponiendo nuestra cultura como la única legítima, pero en el fondo lo único que exportamos es nuestra hipocresía. Nos sentimos complacidos con nuestra civilización, cerrando los ojos a la realidad de nuestro egoísmo, llevando por bandera nuestra superioridad moral y dándonos de bruces contra nuestra hipocresía cuando llegan nuevas imágenes de nuestros embajadores en Oriente Medio.
Y digo nuestra, generalizando, porque todos tenemos nuestra parte de responsabilidad. Los soldados por atacar sin piedad a otros seres humanos, los gobernantes por calmar sus ambiciones sin importar los medios utilizados para ello, los ciudadanos por meternos en nuestra burbuja de felicidad y mirar para otro lado, siendo cómplices de la barbarie occidental al consentir que en nuestro nombre se violen sistemáticamente los valores de la humanidad.
Estoy desengañado. Y asustado. Asustado porque he dejado de confiar ciegamente en que Occidente lleve al mundo a buen puerto. Estremece comprobar lo fácil que es echar por tierra la imagen feliz que nos habíamos creado de nosotros mismos como civilización. Da miedo pensar hacia qué futuro nos estamos dirigiendo. Los días de orgullo complacido han acabado.
martes, febrero 14, 2006
¡¡¡Animales!!!
Publicado por Mario Toledo en 13:20
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1 comentario:
"Estoy desengañado. Y asustado. Asustado porque he dejado de confiar ciegamente en que Occidente lleve al mundo a buen puerto. Estremece comprobar lo fácil que es echar por tierra la imagen feliz que nos habíamos creado de nosotros mismos como civilización"
Llevas toda la razón. Es inquietante cómo nos comportamos la raza humana en muchas ocasiones. También es cierto que tanto en la guerra como en el amor todo vale, pero...¿por qué?
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