En los últimos años, la sociedad está asistiendo a una revolución que ha transformado nuestra forma de entender el mundo. La rapidez con la que los avances tecnológicos se han implantado en el último cuarto de siglo no tiene comparación con ninguna de las revoluciones técnicas sucedidas a lo largo de la historia. La imprenta tardó siglos en ser un artilugio de dominio público, la energía eléctrica no llegó a las calles de las grandes ciudades hasta décadas después de ser inventada, la televisión fue un capricho de unos cuantos privilegiados durante sus primeros años de existencia,... y así seguiríamos con cada uno de los grandes inventos que han cambiado la faz del planeta.
Sin embargo, la tecnología digital está al alcance de un enorme número de personas y cada día amanecemos con un nuevo adelanto, el acceso a internet se ha convertido en un fenómeno social a gran escala. Aunque todavía queda mucho camino por recorrer, como refleja un estudio encargado por la Comisión Europea donde se destaca que la tasa de penetración de la banda ancha en España todavía está por debajo de la media europea (10,52% en nuestro país, frente al 13% de la UE-15).
Cada día amanecemos con la noticia de la aparición de una nueva tecnología. La ciencia no nos deja descanso. Todo esta cambiando al paso de la tecnología y sus aplicaciones en todos los campos de nuestra vida cotidiana. Nuestras herramientas habituales se transforman para adaptarse a las últimas novedades. Un ejemplo de ello es la inminente implantación del DNI electrónico: el carné clásico se sustituirá por un documento que contendrá un microchip, lo que hará que nuestra identidad quede protegida de forma más fiable, dificultando las falsificaciones y agilizando los trámites que requieren la presentación del DNI. Pero, claro, tiene una desventaja clara, que al Estado le será más fácil controlar a los ciudadanos.
Y es que la tecnología, como todo, tiene sus contrapartidas. Sus utilidades pueden ser perjudiciales si caen en las manos equivocadas. Precisamente, el mayor control sobre los individuos es una de las razones que esgrimen los detractores de las nuevas tecnologías para abominar sobre su implantación masiva. En Estados Unidos se ha abierto un debate sobre la implantación de chips bajo la piel de trabajadores, con el objetivo de tenerlos más controlados y obtener datos certeros sobre su salud (algo que hace sólo unos años sólo aparecía en las películas de ciencia ficción). Sus defensores explican que es voluntario, pero sus críticos alegan que es una intromisión ilegítima en la intimidad de las personas. Otro caso del peligro de las nuevas tecnologías lo encontramos en algo más cotidiano: el GPS, un instrumento que ya es habitual en nuestros coches. Una encuesta recogida en Gadgetoblog asegura que el 19% de las personas que utilizan este sistema de guiado pierden la concentración al volante; mientras que al usar mapas en papel sólo se desconcentra el 17% de los conductores.
Por último, en cuanto a la red, incluso el Pentágono, su creador, ha percibido los efectos nocivos que puede tener sobre la seguridad de Estados Unidos. En un informe del departamento de Defensa americano se alerta de la aparición de secretos del Pentágono en internet y de la vulnerabilidad de sus sistemas ante los ataques de los 'hackers'. Por ello, ese mismo estudio recomienda que el Ejército estadounidense desarrolle tecnologías para interceptar intrusos e interferir en su conexión a internet. Y es que a los amos del mundo les asusta que "elementos peligrosos" se metan en sus asuntos.
jueves, febrero 23, 2006
Cara y cruz de la informatización de la sociedad
Publicado por Mario Toledo en 12:33
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1 comentario:
Está muy, muy, bien, Mario. He leído este y alguno de los artículos previos y tienes muy buena mano escribiendo. Ahora te falta conseguir mover el blog y publicitarlo. SEGURO que si además eres un poco constante acabará sonando por ahí. Al menos a Daze ya lo tienes como incondicional!
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