¿Se imaginan un futuro en el que el móvil tenga la capacidad de hacer desayunos? ¿O que, entre la opción de Juegos y la de Herramientas, aparezca el icono Lavadora, con o sin centrifugado? ¿Es posible que llegue un momento en que el móvil saque a pasear al perro, baje la basura o lleve a los niños al parque? Menuda chorrada, ¿no? Pues sí, todas estas utilidades serían innecesarias. Pero lo mismo pensábamos hace apenas una década cuando las compañías de telefonía nos introdujeron los aparatitos y nos burlábamos de aquellos temerarios pioneros que se atrevían a sacar el móvil en el autobús: “¿Hablar por la calle? ¿Para qué? Nunca tendré un móvil, eso es cosa de pijos y brockers de bolsa”, decíamos ingenuamente.
Ahora el móvil se ha convertido en una parte más de nuestro cuerpo, un apéndice de nuestra oreja. Empezamos utilizándolo sólo para hablar lo estrictamente necesario, después pasábamos las horas muertas jugando a la serpiente, a continuación llegó la fiebre de los tonos, los politonos, los sonitonos y los retonos, luego incorporaron la indiscreta cámara de fotos, la conexión a internet a través del aparato arruinó a unos cuantos incautos y, para colmo, apareció la horterada del móvil colgando del cuello. Ya estamos atrapados, no nos podemos librar de su influencia. Y es que, ¿a quién no se le ha venido el mundo a los pies al darse cuenta de que se ha olvidado el móvil en casa? ¡Tragedia, todo el día incomunicado!
Y se aproximan novedades. No basta con la cámara ni con la conexión a la red, ahora las compañías de telefonía móvil se están encargando de meternos en la cabeza la necesidad de que nuestro apéndice tenga también televisión. Todo en uno. Todavía quedan ingenuos que piensan que la tecnología DVB-H no va a tener éxito, que será un capricho de privilegiados. ¡Ilusos!. De aquí a dos años (tal vez menos, yo también soy un iluso) encenderemos la televisión móvil mientras esperamos a que el semáforo se ponga en verde, en el recreo los niños dejarán a un lado el balón para contemplar una caja que cada vez será más tonta, la clásica lectura en el tren se sustituirá por los gritos de los colaboradores de turno,… seremos más tontos todavía, pero unos tontos felices, y a la última. Eso es lo que manda, tener lo más nuevo y enseñar con orgullo a tus amigos la última adquisición en telefonía móvil. ¡Vaya con el ser humano, cuánta inteligencia encierra dentro de sí!
No me malinterpreten, no estoy en contra de la tecnología. Todo lo contrario, soy un acérrimo defensor del progreso y el desarrollo de la ciencia. Lo que no concibo es que seamos cómplices de las ambiciones de unas empresas telefónicas que se lucran a costa de la estupidez humana. Los adelantos tecnológicos deben servir para facilitarnos el quehacer diario, para favorecer la comunicación social y también, por qué no, para proporcionarnos momentos de entretenimiento. Pero la televisión en el móvil es innecesaria, bastante daño ha hecho ya en los salones de nuestras casas como para que ahora la llevemos a cuestas todo el día. Igual que no utilizaríamos el móvil como lavadora ni como niñera, no veo por qué lo necesitamos como televisor. La ciencia debería estar al servicio de la inteligencia, no de la estupidez, pero visto lo visto, estamos errando el paso. La infame cultura del espectáculo en nuestro bolsillo.
Y dicho esto, a ver cuánto tardo en comprarme mi nuevo DVB-H… yo también soy humano.
miércoles, febrero 22, 2006
Un móvil que lava la ropa y plancha
Publicado por Mario Toledo en 15:42
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1 comentario:
jajajaja. Eres muy bueno tronco. Ahora el móvil se ha convertido en una parte más de nuestro cuerpo, un apéndice de nuestra oreja. Eso es cierto. ¿Conoces a alguien que no tenga movil?
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