martes, agosto 08, 2006

Otros horrores (II): La solidaridad deja Sri Lanka

La población de Sri Lanka ya está acostumbrada a abandonar sus hogares... la guerra y los desastres naturales no les dan tregua

Cuando Israel mató a cuatro observadores de la ONU tras un bombardeo, los medios no tardaron en hacerse eco de la noticia. No era para menos, el asesinato de estos cuatro funcionarios representaba un ataque contra el organismo internacional. Sin embargo, la muerte de 17 miembros de una ONG, la pasada semana en Sri Lanka, quedó olvidado por los medios tradicionales o relegado a un mísero breve de quince líneas en las últimas páginas de Internacional de algún diario nacional. La ONG francesa Acción contra el Hambre se dedicaba a reconstruir la costa este del pequeño país insular del Índico, después del maremoto que asoló el sureste asiático en las navidades de 2004. Las víctimas fueron tiroteadas a sangre fría por la guerrilla Tigres de la Liberación de la Patria Tamil (conocida por las siglas LTTE). Iban a ayudar y se encontraron de frente con la irracionalidad humana. Este acto de crueldad es sólo el último capítulo de la lucha que libra la minoría tamil con el Ejércio srilanqués. El objetivo de los rebeldes es la independencia del noreste de la isla. La consecuencia de su lucha es una guerra civil, una ola de violencia que se ha intensificado en las últimas semanas sin que nadie fije su mirada en ella.

El pasado 26 de julio se recrudeció la violencia de la guerrilla separatista, incluida por la Unión Europea en su lista de organizaciones terroristas. Sus hombres asaltaron una presa que abastecía de agua a la zona cercana a la ciudad de Trincomalee, impidiendo el acceso de las comunidades al líquido elemento. Dos semanas después, 13.000 familias del este del país siguen sin recibir agua, lo que está provocando una nueva tragedia humanitaria en una zona que todavía no se había recuperado del golpe del 'tsunami' en 2004. El Ejército ha respondido enérgicamente y, como suele ocurrir en estos casos, ambas partes se han introducido en una espiral de violencia que hace explotar por los aires las esperanzas de un alto el fuego.

En 2002, con la mediación de Noruega, se alcanzaba un acuerdo entre las partes por el que los Tigres se conformaban con un cierto grado de autonomía y el Gobierno levantaba el cerco sobre los radicales tamiles. Tras el maremoto, la guerrilla colaboró con el Ejército para llevar ayuda humanitaria a los damnificados, en una alianza inédita que auguraba una renovada paz. Pero todos los avances son ya agua pasada. Ni los 30.000 fallecidos por el arrastre de la gran ola ni el éxodo de millón y medio de habitantes de las zonas costeras sirvieron para unir lazos definitivos. De la unión solidaria de aquellos días se ha pasado al tiroteo de 17 trabajadores de la solidaridad.

Las cifras demuestran que la mayor perjudicada por esta guerra fraticida es la población civil. Según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, el ACNUR, desde el inicio de las recientes hostilidades han tenido que abandonar sus casas más de 21.000 personas, que se suman a las 314.000 que ya lo habían hecho desde que el organismo comenzó el recuento a finales de la década de los 80. En lo que va de año, más de 700 personas han muerto como consecuencia directa de los ataques cruzados. Las últimas "bajas humanas" se produjeron ayer mismo cuando un coche bomba colocado cerca de un colegio mató a dos personas e hirió a otras tres en la capital, Colombo. El maremágnum de cifras suele desviar nuestra atención y hacernos perder el interés por un tema. Pero ahí están, para dejar constancia de que las reivindicaciones pierden toda su moralidad cuando las armas se ceban en las vidas de los inocentes.

1 comentario:

Tere Agulló dijo...

Molt bé Mario. Els mitjans tradicionals converteixen moltes tragèdies en conflictes oblidats. Però els blocs ens donen altra canxa.
Eixa és la línia.