El tradicional cotilleo siempre ha sido uno de los hobbies preferidos en todo patio de vecinos, grupo de amigos o centro de trabajo. Necesitamos saber qué hacen los demás, conocer cómo le va la vida al prójimo, si la suerte le sonríe o si se da batacazos continuamente. Si su vida sentimental es pobre, hablamos de ellos; si es extensa, tenemos todavía más carroña para conversar. Observamos con interés lo que le ocurre a las personas que tenemos alrededor, unos con envidia, otros con desdén, por aburrimiento o por tener la cabeza ocupada en los demás y, así, olvidar nuestras propias miserias. Dicen que lo del cotilleo es algo inherente a la especie humana. Debe serlo, porque no hay conversación que se precie en la que no aparezcan las intimidades de un tercero en discordia. Y del mismo modo que hablamos de ellos, ellos hablan de nosotros. Es la máxima del ‘marujeo’.
Hace unos años, conocer datos de la vida privada de los demás era una labor reservada únicamente a expertos en chismorreo. Sólo los detectives más avezados y los vecinos más indiscretos eran capaces de llegar hasta el fondo mismo de las personas, escudriñando cada detalle de su existencia para ganarse el pan, en el primer caso, y la atención del corrillo vecinal, en el segundo. Pero ahora es mucho más fácil. Como todo, el clásico cotilleo también ha evolucionado con las nuevas tecnologías, facilitando que esta práctica se desplace desde el patio comunitario hacia la red virtual. Y la herramienta para ello es Google, gracias al cual todos podemos ser detectives,… aunque también es verdad que por su culpa todos somos susceptibles de ser espiados.
Google es casi omnisciente. No lo conoce todo, pero sabe mucho, mucho más de lo que pensamos. Y lo más asombroso es que cada vez sabe más. Puede que tenga algún dato sobre ti. Haz la prueba, échate en brazos del ‘googling’. ¿Que cómo?, pues accede a la archiconocida dirección de Google, inserta tu nombre y apellidos y comprueba si el buscador te conoce más que tu madre. Y en caso de que aparezcan datos sobre tu vida, cerciórate de que son ciertos, porque es posible que las autopistas de la información estén llenas de bulos sobre ti.
Y es que esta nueva moda tiene un doble peligro: por una parte, el espacio de intimidad personal se acorta sin que podamos controlar la difusión de nuestros datos privados, y, por otra, nadie nos garantiza que todo lo que se lee en Internet se ajusta a la realidad. Es muy fácil que cualquiera se dedique a subir información falsa a la red, por lo que tu nombre puede verse asociado, por los siglos de los siglos, con datos que no te hacen justicia. Los cotillas cibernéticos estarán al acecho para conocer la última noticia sobre ti. Sin tu permiso, tu identidad, gustos y hábitos personales serán compartidos por los millones de usuarios de internet, en una especie de reedición del Gran Hermano que imaginó Orwell en su 1984.
Para salir de dudas, yo también me he hecho ‘autogoogling’. El sabelotodo todavía no ha aprendido mucho sobre mí, pero no sé si quiero que me investigue más. Ahora se está extendiendo la idea de que si no apareces en Google no existes, pero viendo el precio que hay que pagar prefiero que mi nombre se pierda en los trasteros de la Historia.
martes, marzo 21, 2006
¡Cuidado, Google te conoce!
Publicado por Mario Toledo en 00:37
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