Marlaska tira por la tangente

No soy jurista, entiendo lo básico de leyes. Por eso no voy a entrar a juzgar si la convocatoria de huelga general en el País Vasco del pasado día 9 por parte de Otegi, y los consiguientes altercados que se registraron, son constitutivos de delito o no. Aunque soy un enemigo de la neutralidad, por el simple hecho de que somos seres subjetivos con una ideología definida, en este caso no puedo posicionarme. Por más vueltas que le doy al tema no consigo encontrar una solución al caso Otegi. Así que haré como el juez Grande-Marlaska, y tiraré por la tangente.

Para quien no lo sepa todavía, el magistrado de la Audiencia Nacional decidió ayer el ingreso en prisión del portavoz de la ilegalizada Batasuna, aunque podrá salir en libertad en cuanto pague una fianza de 250.000 euros. Así que, dormirá en la cárcel, pero dentro de unos días volverá a estar en la calle. El juez ha tomado una decisión independiente (debemos confiar en la teórica división de poderes), a pesar de que, desde un lado y otro, las presiones para influir en su sentencia han sido constantes.

El estado de opinión de la calle muestra un claro rechazo a la figura del líder batasuno. No es extraño escuchar el típico “Otegi, a la cárcel”. Es un blanco fácil de nuestras iras contra todo lo que representa el entorno de ETA. He de reconocer que el cuerpo me pide lo mismo que le pide al resto de mis conciudadanos, esto es, encarcelar a una persona que permanentemente se está riendo de la ley, que no ha condenado la violencia etarra y que ha demostrado tener poca vocación democrática, en el sentido más amplio del término. Pero claro, vuelvo a recordar: no somos juristas, y la Justicia y la pasión no han sido nunca buenos compañeros.




En el otro extremo está quien piensa que Arnaldo Otegi no debe ser enjuiciado para no estropear la tregua anunciada por la banda. Aunque con pequeños matices, de esta opinión son, por poner dos ejemplos notables, el líder del PSE, Patxi López, y el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido. Ambos conminaron a Grande-Marlaska a que meditara las implicaciones que el encarcelamiento de Otegi podría tener sobre el proceso de pacificación que se abrió con el alto el fuego de ETA. Que la cara visible del entorno político de la banda entre en la cárcel podría ser visto como una afrenta del Estado a ETA en un momento en que ha anunciado su voluntad de negociar; podría ser utilizado por elementos radicales para desandar el camino que emprendimos el pasado miércoles.

Ahora la Justicia ha hablado por boca de Grande-Marlaska. Contra quienes dicen que el Estado se está rindiendo a ETA, y contra quienes propugnan un relajamiento de las leyes para no entorpecer el diálogo, el juez ha optado por tomar una decisión salomónica. Ni para unos, ni para otros. Puede que no sea la mejor solución, pero seguro que no es la peor. Y quien diga que tiene el remedio infalible, una de dos: o es un mentiroso o es un ignorante. Tened cuidado con ambos, hoy nos encontraremos a muchos de ellos en las noticias.